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El artesano anónimo
Una visión japonesa de la belleza

Un libro de Soetsu Yanagi

Disponible

Novedad

Su papel en el ensalzamiento de la belleza sincera de las cosas comunes y modestas ha convertido a Soetsu Yanagi en un pensador tan iluminador como indispensable. Tras el bestseller La belleza del objeto cotidiano, este libro recopila diez nuevos ensayos del filósofo y crítico de arte japonés adaptados por el reconocido ceramista inglés Bernard Leach, a quién le unía una larga amistad y su pasión por la artesanía popular. La concepción budista de lo bello, la comprensión intuitiva y el ideal de serenidad de los maestros del té, la responsabilidad del artesano... Cada uno de estos textos, cuidadosamente escogidos, nos acerca a la percepción oriental de la belleza significativa y al papel fundamental que esta desempeña en nuestras vidas.

Descripción técnica del libro:

14 x 19 cm
244 páginas
Español
ISBN/EAN: 9788425236358
Rústica
2025
Descripción
Descripción

Detalles

Su papel en el ensalzamiento de la belleza sincera de las cosas comunes y modestas ha convertido a Soetsu Yanagi en un pensador tan iluminador como indispensable. Tras el bestseller La belleza del objeto cotidiano, este libro recopila diez nuevos ensayos del filósofo y crítico de arte japonés adaptados por el reconocido ceramista inglés Bernard Leach, a quién le unía una larga amistad y su pasión por la artesanía popular. La concepción budista de lo bello, la comprensión intuitiva y el ideal de serenidad de los maestros del té, la responsabilidad del artesano... Cada uno de estos textos, cuidadosamente escogidos, nos acerca a la percepción oriental de la belleza significativa y al papel fundamental que esta desempeña en nuestras vidas.

Soetsu Yanagi (1889-1961), crítico de arte y pensador japonés, fue fundador del movimiento de las artes populares mingei durante la década de 1920. Impulsor y primer director del Museo de Artesanía Popular de Japón, ha sido una figura clave en la revalorización de la artesanía popular.

Bernard Leach
Índice de contenidos
Índice de contenidos

7 Agradecimientos
9 Yanagi y Leach, de Shoji Hamada
13 Introducción, de Bernard Leach


33 En busca de un estándar de belleza (1954)
45 Patrones (1952)
55 La belleza de la irregularidad (1954)
67 La idea budista de belleza (1952)
109 Artesanía de Okinawa (1939)
129 Hakeme (1954)
139 El camino del té (1952)
157 El cuenco de té Kizaemon (1931)
167 El camino de la artesanía (1927)
195 La responsabilidad del artesano (1952)


209 Sobre los autores
211 Láminas

Lee un fragmento
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Yanagi y Leach

En el otoño de 1964 se celebró en Tokio una exposición internacional de cerámica de estudio contemporánea. La mayoría de las obras seleccionadas procedían de Europa, América y Japón, y tenían un carácter abstracto, claro reflejo de las tensiones propias de la vida y el arte contemporáneos.

Percibí en la muestra una falta general de madurez, tanto en la motivación como en la técnica. La primera impresión que transmitían las piezas era de poder, de fuerza, pero muy pronto seguida por una sensación de violencia y, al mismo tiempo, de vacío. En conjunto, las obras japonesas mostraban un contenido más tradicional y una ejecución técnica más refinada, pero tenían menos vitalidad que las occidentales. Conchas vacías. Las piezas abstractas eran afectadas y carecían de auténtica vida interior.

De toda la exposición, las obras que más llamaron mi atención fueron las de Bernard Leach. Muchos ceramistas japoneses coincidieron conmigo. Curiosamente, eran también las piezas menos estridentes de la muestra. Trabaje en Oriente u Occidente, Leach mantiene siempre un enfoque simple y directo. El núcleo de su obra es fruto de una expresividad concentrada y personal. Esa cualidad ha sido un rasgo característico de su trabajo durante más de cincuenta años. El espíritu de sus piezas nace de una inspiración profunda capaz de superar tanto las tradiciones ya debilitadas como la violencia del influjo moderno al que antes me refería. Su fuerza proviene de lo más profundo de la naturaleza y la experiencia vital del autor. Es agua pura de manantial. Siento con claridad la diferencia entre esa fuente de inspiración y la de los demás. La posición de Leach entre Oriente y Occidente es fruto de un verdadero equilibrio, no del cálculo.

Cuando Soetsu Yanagi era joven, se sumergió en el misticismo cristiano. Durante esa etapa escribió un extenso libro sobre William Blake y publicó una revista japonesa titulada ‘Blake y Whitman’. Más tarde, junto a sus amigos escritores y pintores, se adentró en el mundo del postimpresionismo y el impresionismo, desde los que prosiguió, remontando la historia del arte europeo, hasta llegar al Renacimiento y a los pintores primitivos. Ese camino lo llevó, poco a poco, de regreso a su propio Oriente, en especial al arte coreano y al popular japonés, del que puede afirmarse que fue su descubridor. Dicho recorrido no fue, en su caso, un proceso intelectual ni sistemático, sino que estuvo guiado por la intuición y dictado por una extraordinaria percepción visual de la verdad. De forma similar, como filósofo de la religión y discípulo y amigo del doctor Daisetsu Suzuki, Yanagi exploró los caminos del pensamiento budista: primero el del zen, dirigido al buscador solitario, y después los del Jodo Shinshu y el Jishu, dirigidos a las multitudes —ambas vías relacionadas con los aspectos conocidos respectivamente como jiriki (‘Poder propio’) y tariki (‘Poder del otro’). Yanagi logró alcanzar el punto en el que la aparente diferencia entre los dos se funde y desaparece. Ese entendimiento lo condujo a reflexionar sobre la belleza y la fealdad en el arte, y sobre la necesidad de una estética que las abarcase. Fue así como llegó a su noción de ‘Reino de la belleza’.

Yanagi y Leach compartieron una visión afín durante cincuenta años de estrecha amistad, incluso cuando se encontraban a medio mundo de distancia. De hecho, puede decirse que nunca estuvieron separados. Aunque Yanagi ya no está entre nosotros, esa amistad ha seguido afianzándose. Leach ha traducido una selección de ensayos de Yanagi como nadie más podría haberlo hecho, un acto que constituye en sí mismo una continuación creativa de su amistad.

Lo que más me impresiona de Yanagi es la fuerza de su visión, la franqueza de su mirada sobre la belleza. Los críticos suelen dividirse entre los que coleccionan —y se enredan en el acto de colec11 cionar— arte y los que se pierden en sutilezas estéticas. Yanagi evitó ambas trampas, pues no utilizaba reglas intelectuales. Poseía una facultad intuitiva e inmediata de una agudeza extraordinaria. Sus acciones seguían como un relámpago a su percepción.

Los visitantes del Museo de Artesanías Populares de Japón, en Tokio, suelen quejarse de lo escueto de las descripciones que acompañan a los objetos —escritas en rojo sobre tabletas lacadas en negro— y alegan que son insuficientes y poco consideradas. Sin embargo, Yanagi insistía en que esa era la mayor muestra de deferencia posible, ya que ayudaba a los visitantes a desarrollar su percepción, en lugar de depender de palabras o ideas ajenas. Todo esto me lleva a describir a Yanagi como crítico creativo.

El libro de Leach ‘Manual del ceramista’ (A Potter’s Book) es conocido en Estados Unidos y en otros lugares como la biblia del alfarero. Tengo el presentimiento de que este volumen llegará a considerarse en el futuro como un sutra de la estética oriental.

© Shoji Hamada

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