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Obras maestras

Un libro de Livio Vacchini

Agotado

'Este libro escueto y sustancioso propone un acercamiento poco habitual al mundo de la arquitectura. La imagen que lo define es la de un arquitecto que, colocado ante algunas importantes construcciones de la historia, las mira con intensidad y establece con ellas un diálogo abierto y directo cuyo desarrollo no requiere de ningún artificio ni de ningún intermediario. Ese arquitecto es Livio Vacchini y las doce obras que él ha escogido forman un abanico amplísimo: van desde un monumento megalítico (Stonehenge), hasta dos piezas modernas, una de Le Corbusier y otra de Mies van der Rohe, pasando por tres grandes monumentos de las antiguas civilizaciones mesoamericanas o por dos ejemplos característicos del mundo islámico. El arquitecto expresa su profunda admiración por todas ellas. Pero, a la vez, las observa con ojo inquisitivo, las trata sin falsa reverencia, les plantea críticas y les hace preguntas propias del oficio de arquitecto.' (del prólogo de Carlos Martí)

Descripción técnica del libro:

15 x 21 cm
60 páginas
Español
ISBN/EAN: 9788425222030
Rústica
2009
Descripción
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Detalles

'Este libro escueto y sustancioso propone un acercamiento poco habitual al mundo de la arquitectura. La imagen que lo define es la de un arquitecto que, colocado ante algunas importantes construcciones de la historia, las mira con intensidad y establece con ellas un diálogo abierto y directo cuyo desarrollo no requiere de ningún artificio ni de ningún intermediario. Ese arquitecto es Livio Vacchini y las doce obras que él ha escogido forman un abanico amplísimo: van desde un monumento megalítico (Stonehenge), hasta dos piezas modernas, una de Le Corbusier y otra de Mies van der Rohe, pasando por tres grandes monumentos de las antiguas civilizaciones mesoamericanas o por dos ejemplos característicos del mundo islámico. El arquitecto expresa su profunda admiración por todas ellas. Pero, a la vez, las observa con ojo inquisitivo, las trata sin falsa reverencia, les plantea críticas y les hace preguntas propias del oficio de arquitecto.' (del prólogo de Carlos Martí)
Livio Vacchini
Roberto Masiero
Índice de contenidos
Índice de contenidos

Índice de contenidos:

Prólogo a la edición castellana, Carlos Martí

A contracorriente, Roberto Masiero

Stonehenge
Pirámides de Giza
Partenón
Teotihuacán
Mezquita de Córdoba
Tikal
Cuadrángulo de las monjas
Iglesia de los Jacobinos
Mezquita de Selimiye
Iglesia de Sant’Ivo alla Sapienza
Capilla de Nôtre-Dame-du-Haut
Neue Nationalgalerie
El hacer y el conocimiento

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Texto del prólogo:

’Prólogo a la edición castellana

Carlos Martí

Este libro escueto y sustancioso propone un acercamiento poco habitual al mundo de la arquitectura. La imagen que lo define es la de un arquitecto que, colocado ante algunas importantes construcciones de la historia, las mira con intensidad y establece con ellas un diálogo abierto y directo cuyo desarrollo no requiere de ningún artificio ni de ningún intermediario. Ese arquitecto es Livio Vacchini y las doce obras que él ha escogido forman un abanico amplísimo: van desde un monumento megalítico (Stonehenge), hasta dos piezas modernas, una de Le Corbusier y otra de Mies van der Rohe, pasando por tres grandes monumentos de las antiguas civilizaciones mesoamericanas o por dos ejemplos característicos del mundo islámico. El arquitecto expresa su profunda admiración por todas ellas. Pero, a la vez, las observa con ojo inquisitivo, las trata sin falsa reverencia, les plantea críticas y les hace preguntas propias del oficio de arquitecto.

Esta actitud parece obvia y, sin embargo, es bastante insólita. Hay en ella una total renuncia a emplear los apoyos y ayudas que puede prestar la erudición, y una completa indiferencia hacia la opinión canónica que la crítica institucional haya ido decantando sobre dichas obras. El propio Vacchini, en un reciente escrito titulado ‘Arquitectura, historia y rito’, redactado con ocasión de su conferencia en Barcelona, en noviembre de 2006, explica las razones que le llevaron a adoptar esa posición. Desde el momento en que, en el curso de su investigación, encontró ese punto de vista que suspende la cronología propia del relato histórico permitiendo una visión sincrónica donde las obras se ofrecen en la más completa simultaneidad, Vacchini no pudo ya dejar de ver la historia de la arquitectura más que como ‘un conjunto consistente de problemas inmutables con los que, con total regularidad, deben confrontarse todos los arquitectos, desde la antigüedad hasta nuestros días’.

Atendamos a su explicación: ‘Los antiguos se hicieron amigos míos -dice Vacchini-, hasta el punto de que llegué a creer que estaban vivos y que podía trabajar con ellos cotidianamente (…). Mis obras predilectas eran aquellas que, a pesar de la distancia, suscitaban en mí nuevas interpretaciones para los problemas de siempre. Con el paso del tiempo, las obras maestras que conocía parecían aumentar o reducir su propia luz en función de lo que yo descubría. La historia de la arquitectura para mí carecía de tiempo y cambiaba según lo que yo estuviera construyendo’.

Los escritos que forman este libro parecen surgir de las visitas que Vacchini prodiga a ese espacio imaginario al que podríamos llamar laboratorio de los maestros, donde se reunirían los arquitectos antiguos y actuales para entablar una discusión virtual sobre los problemas permanentes de la arquitectura. Ese laboratorio de los maestros no es, pues, un lugar físico sino, más bien, un ámbito mental, un estadio del conocimiento. En dicho ámbito se gesta el saber primario o directo sobre las obras, radicalmente opuesto al saber secundario o parasitario, concepto acuñado por George Steiner para descalificar, de un modo certero y demoledor, la mayor parte de los estudios contemporáneos sobre estética. El saber parasitario es fruto del comentario o de la crítica del comentario; es decir, deriva de una interpretación de las obras en que éstas aparecen recubiertas por todo aquello que las sucesivas capas hermenéuticas van depositando sobre ellas hasta ocultarlas por completo.

En dicho laboratorio, por el contrario, únicamente las obras serían el objeto de estudio, al margen incluso de la singularidad biográfica de sus propios autores. La aspiración al anonimato preside esa búsqueda que sitúa los problemas generales de la arquitectura en el centro mismo de la discusión. De las doce obras consideradas por Vacchini, ocho son realmente anónimas y en las cuatro restantes sus autores, ya sea Mies van der Rohe o Sinan, actúan siguiendo el modelo de los maestros anónimos de la tradición. Ésta es la primera lección de la que Vacchini nos hace partícipes: que para llegar al meollo de la arquitectura el mejor camino es el de encararse con las obras y estudiarlas por lo que son, por lo que nosotros vemos en ellas, y no por los comentarios o interpretaciones que hayan podido suscitar en otros.

La elección de las obras y el modo de afrontar su descripción ponen de manifiesto cuáles son los problemas arquitectónicos que más preocupan e interesan a Vacchini. La propia materialidad de la arquitectura se le impone como un hecho primordial. Vacchini nos habla de excavaciones, zócalos y plataformas para referirse a las transformaciones de la corteza terrestre; de muros, columnas y arcos para aludir a la construcción que se eleva sobre el suelo; de arquitrabes, cúpulas y tímpanos para describir su remate y su recorte contra el cielo. Sobre esta base material actúan una serie de sustancias sutiles como la luz, la distancia o el ritmo. Ellas son las que, en realidad, modelan la arquitectura, las que le insuflan esa tensión capaz de contrarrestar tanto la gravitación de la materia como su opacidad y su carácter inerte. La arquitectura es, precisamente, lo que, a pesar de las transformaciones y de la erosión del tiempo, permanece de aquella estructura: es algo objetivo, capaz de trascender la dimensión personal y situarse en un territorio más amplio que el de la estricta búsqueda de la belleza. De ahí esta declaración de Vacchini: ‘Frente a estos monumentos a uno no le sale exclamar: ‘¡Qué bello!’. No hay belleza: hay totalidad, emoción, ingenio, locura, precisión, monstruosidad, horror’.

Para concluir, quisiera subrayar una peculiaridad que este libro posee y que, a mi juicio, resulta muy reveladora. Me refiero al hecho de que, en cierto modo, se trata de un libro de viajes. Pero así como los libros de viajes de los arquitectos suelen ser ejercicios de formación que corresponden a la época juvenil de sus autores, en este caso nos hallamos ante un trabajo de plena madurez, un documento que se publica con carácter póstumo, tras la muerte de su autor, acaecida en abril de 2007. Este hecho delata, a mi entender, el talante de Livio Vacchini: su inmensa curiosidad intelectual y su insaciable deseo de conocimiento, que no le abandonaron en ningún momento. Un tipo de conocimiento que supera la mera dimensión acumulativa y apunta hacia el saber concreto sobre las cosas, que permite operar sobre ellas con objetivos y finalidades precisas. He aquí su última lección, y tal vez la más preciosa: el aprendizaje así entendido no concluye nunca. Sólo el final de la vida logra interrumpirlo.

‘La arquitectura nació hace cinco mil años en Stonehenge. Una vez ultimada la colocación del primer arquitrabe, nació una forma de conocimiento humano cuya verdadera naturaleza consistirá en la construcción de la luz’. Con esta enigmática y sugestiva frase arranca el texto de Obras maestras. No puede haber una mejor introducción ni una invitación más tentadora para sumergirse en ese singular y personal viaje por el mundo de la arquitectura que la que nos proponen estas apasionadas reflexiones de Livio Vacchini. ’

Copyright del texto: sus autores
Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL

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Hola, este libro no se vende en México. Saludos.
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Hector
Me interesa mucho el libro.,
Cuando podre comprar este libro en GG Mexico?...