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La vida reflejada en la arquitectura

Stefano Boeri es uno de los pocos estudios de resonancia internacional que ha sabido vencer las dificultades intrínsecas a la difícil situación que presenta Italia para los estudios de arquitectura y hacer de ellas una virtud. Su trayectoria como arquitecto se ha ido acompañando de un compromiso con la enseñanza, la crítica, la edición, la política y la agitación cultural, y son numerosos los proyectos que ha abordado en estos campos. A ello cabe añadir una abundante obra —inusualmente fructífera para los parámetros italianos— de edificios públicos y privados. La 2G 62 está dedicada al arquitecto italiano y complementamos la edición impresa con este artículo escrito por Francisca Insulza, una entrevista a Boeri y vídeos sobre dos de sus obras.

La vida reflejada en la arquitectura

Texto de Francisca Insulza

“Antes que nada soy un arquitecto que actualmente intenta llevar al campo de la política mi trabajo como tal”, afirma Stefano Boeri. En sus palabras podemos escuchar el eco de la reconocida influencia de Giancarlo De Carlo cuando describía su relación entre la arquitectura y la política: “El trabajo de mi vida es ser arquitecto, y mi vida se reflejaría en mi modo de hacer arquitectura. Se trata de dos planos yuxtapuestos que coinciden, y si se quiere entender la evolución de mis ideas políticas, creo que es necesario observar esa yuxtaposición de un modo transparente”. De modo que, ¿cómo entendemos la práctica de Boeri? ¿De qué manera refleja sus propias convicciones políticas y sociales? ¿Es posible reconocer modos de operar recurrentes, procesos de evolución dentro de los diferentes proyectos?

Seguramente a Boeri se le conoce más por la naturaleza ecléctica de su práctica; su “arquitectura” traspasa los límites de la práctica tradicional, y en la multiplicidad de sus actividades entra a formar parte del abanico de arquitectos que añaden definiciones más amplias a los papeles y actividades de un arquitecto. Tal como él sostiene, dentro de este tipo de ejercicio se produce una continua dicotomía que debe afrontarse; esto es, la relación entre incluir y excluir, entre una necesidad constante de curiosidad y receptividad y las exigencias propias de la toma de decisiones.

“Me considero un director”, añade Boeri al hablar sobre esta forma de trabajar. De hecho, muestra una manera particular (y a veces desconcertante) de convocar equipos y proyectos, ya sean de investigación, o bien proyectos editoriales o de arquitectura. En los procesos abiertos e inclusivos que prestan una atención específica a las complejidades del espacio y a las relaciones locales, la aproximación a los proyectos raya una esquizofrenia reconocida que, a su vez, alimenta el proceso creativo, una esquizofrenia que acumula información y estímulos y que más tarde se editan para producir una imagen clara y sintética para el público.

De modo aún más significativo, esta propensión a lo inclusivo y a la edición también parece expresarse físicamente a través de su arquitectura. La arquitectura de Boeri no es reconocible como una entidad; se mueve de un proyecto al siguiente con facilidad y con libertad para explorar los diferentes conceptos e ideas, materiales y lenguajes. Y aunque a ojos del observador a veces los proyectos puedan parecer eclécticos —por su tipo, encargo, escala, e incluso estilo—, en mi opinión existe una cualidad cívica que los une. Desde viviendas de bajo coste a las de alta gama, desde proyectos culturales a corporativos, siempre deben comunicar directamente el mensaje y el concepto singular y potente y ser capaces de trasmitir el carácter público de la arquitectura.

Un carácter que puede apreciarse en repetidas ocasiones, como, por ejemplo, en cómo se realza y exacerba la naturaleza pública de los proyectos de Marsella o de La Magdalena al transformar las partes físicas de los edificios en plazas públicas cubiertas; o cómo, al tiempo que produce un espacio de confort a los habitantes, se otorga a las viviendas del Bosque vertical el papel tanto de viviendas particulares como de un gran elemento verde que ofrece un espectáculo cambiante para la ciudad; o cómo las viviendas sociales de Seregno despliegan sus espacios comunes entre las unidades; e incluso cómo la sede de Rizzoli Corriere della Sera, arquetipo de edificio corporativo, se organiza alrededor de una serie de espacios comunes que no solo incluyen el patio central, sino las terrazas suspendidas y los espacios de encuentro que salpican las plantas de oficinas estándar.

Desde este punto de vista, que Boeri haya escogido más abiertamente una carrera política parece, de algún modo, coherente, un paso más en una aparente necesidad de creación de espacio cívico. Y mientras esté por comprobar la eficacia de su esquizofrenia creativa en la esfera política y particular modus operandi, es posible considerar la trayectoria de Boeri como aquella que engloba cada elemento en un único proyecto de carácter público con diferentes facetas, aquella que yuxtapone continuamente las experiencias de la vida con la creación de espacio.

Francisca Insulza ha colaborado durante muchos años con Stefano Boeri, primero como miembro fundador de Multiplicity y más tarde como directora del estudio Stefano Boeri Architetti de 2006 a 2010. En la actualidad trabaja como arquitecta, investigadora y profesora en Montreal.

Entrevista a Stefano Boeri

Recuperación del antiguo arsenal militar, La Maddalena
Stefano Boeri, Cerdeña, Italia, 2008-2009

Plan general, Expo Milán 2015
Stefano Boeri, Milán, Italia, 2009

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