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Christian Dior y yo

Un libro de Christian Dior

Agotado

Colección GGmoda

Las presentes memorias, publicadas originariamente en francés en 1956 y en castellano en 1957, son el relato íntimo y personal de la fantástica trayectoria seguida por un artista que, tras períodos de incertidumbre, se convirtió en el modisto más famoso del mundo. Este libro es una referencia esencial a la hora de encontrar una respuesta para el universo de Christian Dior. Como comenta Jean-Luc Dufresne en su prefacio, 'todas las preguntas que el público se hace sobre el misterio Dior quedan resueltas de forma exhaustiva en esta obra, ya que ofrece al lector el vocabulario, los códigos y las técnicas de ese mundo fascinante de la alta costura'.

La organización interna de una casa de modas, el difícil papel de las maniquíes, el deslumbrante marco de las exhibiciones, los caprichos y las exigencias de una clientela cosmopolita, el riesgo de copia o plagio de los modelos; todo lo que constituye el complicado mecanismo que va de la idea al vestido, está plasmado en interesantes capítulos en los que el autor, junto a recuerdos de su infancia y juventud, pone al descubierto las intrigas, angustias y satisfacciones que jalonan su profesión.

Descripción técnica del libro:

13 x 20 cm
232 páginas
Español
ISBN/EAN: 9788425222092
Rústica
2007
Descripción
Descripción

Detalles

Las presentes memorias, publicadas originariamente en francés en 1956 y en castellano en 1957, son el relato íntimo y personal de la fantástica trayectoria seguida por un artista que, tras períodos de incertidumbre, se convirtió en el modisto más famoso del mundo. Este libro es una referencia esencial a la hora de encontrar una respuesta para el universo de Christian Dior. Como comenta Jean-Luc Dufresne en su prefacio, 'todas las preguntas que el público se hace sobre el misterio Dior quedan resueltas de forma exhaustiva en esta obra, ya que ofrece al lector el vocabulario, los códigos y las técnicas de ese mundo fascinante de la alta costura'.

La organización interna de una casa de modas, el difícil papel de las maniquíes, el deslumbrante marco de las exhibiciones, los caprichos y las exigencias de una clientela cosmopolita, el riesgo de copia o plagio de los modelos; todo lo que constituye el complicado mecanismo que va de la idea al vestido, está plasmado en interesantes capítulos en los que el autor, junto a recuerdos de su infancia y juventud, pone al descubierto las intrigas, angustias y satisfacciones que jalonan su profesión.

Christian Dior
Índice de contenidos
Índice de contenidos

Índice de contenidos:


Prefacio a esta edición
Prólogo a la edición original
Introducción

Primera parte. Cómo he llegado a ser Christian Dior
         Modisto a pesar mío
         Casa propia
         New look
         Salgo para Estados Unidos

Segunda parte. De la idea al vestido
         Cómo nace una colección
         De las glasillas al vestido
         El origen de la colección
         El ensayo general
         Velando las armas
         Presentación de la colección
         La novela de los vestidos

Tercera parte. Una casa de costura
         Las maniquíes
         Las clientas
         De un simple hotelito a un grupo de inmuebles
         París-Nueva York y regreso

Cuarta parte. La aventura de mi vida
         Mi juventud
         Amistades y deberes
         Confidencia
Lee un fragmento
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Texto del prefacio a esta edición:

‘Prefacio a esta edición

Un modisto que sabía escribir y que disfrutaba haciéndolo

por Jean Luc Dufresne

El gusto de Christian Dior por la escritura se expresa por todas partes: en el cuidado con que están redactados los programas de cada una de las colecciones, pero también en ese dominio de las expresiones que se halla tanto en las entrevistas que concedió a la prensa, como en sus escritos autobiográficos o en las conferencias que impartió en la Sorbona. Aunque quizá Christian Dior y yo, escrito en 1954-1955 y publicado en francés y en alemán en 1956, y después en inglés, holandés y castellano a partir de 1957, es el texto de referencia más completo.

En efecto, este libro resulta ejemplar, porque pretende ser una pequeña enciclopedia de la alta costura en la ‘edad clásica’, en aquella década de los años cincuenta en la que todavía atrae a un gran número de clientas e inspira a los modistos de provincia que trabajan para mujeres con un poder adquisitivo menor.

Si bien la moda aparece en numerosas descripciones en la literatura francesa, es necesario esperar a la década de los años sesenta, y por lo tanto después de Christian Dior, para que dicho tema pase a ser objeto de análisis estructuralistas -Roland Barthes, El sistema de la moda, 1964-, y luego objeto de un gran número de investigaciones sociológicas en torno a la cuestión de la distinción con Bourdieu y sus seguidores. En cuanto a la historia de la moda y de sus exposiciones -la moda es considerada como una de las bellas artes- debuta modestamente a partir de la década de los cincuenta, teniendo que esperar hasta la década de los ochenta para que se le reconozca su legitimidad intelectual.

En cambio, lo que sí existe desde principios del siglo XX, son colecciones de anécdotas o de recuerdos de aquéllos que contribuyeron a su creación. Como, por ejemplo, Paul Poiret, que redacta sus memorias en la década de los años veinte, en una época en la que más bien había empezado ya a perder ímpetu, o diseñadores de vestuario para cine, o creadores de moda, como Maguy Rouff, en los años cuarenta. Es una lástima disponer de tan pocos textos sobre Coco Chanel, si bien ella misma pidió a Louise de Vilmorin y luego a Paul Morand que escribieran la historia de su vida. Pierre Balmain, por su parte, esperará hasta 1956 para publicar, en inglés, sólo sus memorias, en las que presenta otra versión del trabajo con Dior en Lelong y de la originalidad del new look.

Finalmente, hacia mitad de los años cincuenta, se publican varios libros sobre el mundo del lujo y de la moda: escritos por periodistas, reúnen crónicas en las que se describen los secretos de la moda -Haute couture, terre inconnue, de Celia Bertin, o Comment un nom deviene une griffe, de Lucien François- o hacen el retrato de algunos creadores como, por ejemplo, en Françoise Giroud vous présente Tout-Paris. Aunque quizá sea el texto de Cecil Beaton, Cinquante ans d’élégance, con prefacio de Christian Dior, en 1954, el que más se acerque a lo que Christian Dior ambicionó realizar en Christian Dior y yo.

Tras el éxito de Je suis couturier, colección de entrevistas que abordaban ya algunos temas recurrentes sobre el universo de Christian Dior, este último concibe con Christian Dior y yo un libro en cuatro partes destinado a dar respuesta de forma exhaustiva a todas las preguntas que el público se hace sobre el misterio Christian Dior. Y para ofrecer al lector el vocabulario, los códigos y las técnicas de ese mundo fascinante de la alta costura, solicita, para algunos capítulos, la participación de sus colaboradores bajo la batuta de Marcel Jullian, director de la colección.

Cada una de las partes del libro se organiza en torno a un tema principal. La primera, ‘Cómo he llegado a ser Christian Dior’, pretende dar respuesta a las innumerables preguntas que se hace el público sobre la inmediatez y alcance del éxito de su marca poco tiempo después del final de la guerra. Christian Dior quiere restablecer la verdad: por supuesto, los importantísimos medios económicos que puso a su disposición Marcel Boussac en una época de penuria, le permitieron crear con una libertad poco habitual su casa de costura y reclutar a su equipo. ¡Qué contraste con la inauguración, en 1945, de la casa Balmain, que únicamente contó con los recursos económicos de la señora Balmain! Pero si Boussac confió en Christian Dior, en parte se debió a que aquel hombre de cuarenta años, de buena educación, jamás ocultó que únicamente se arriesgaría a montar una nueva empresa Dior si tenía todas las cartas en sus manos; lo principal era contar con un equipo de colaboradores escogidos, que aquí describe con particular atención y afecto. Sorprende que el análisis de las causas del éxito de sus primeras colecciones, con la creación del new look, casi ni se toque, como si éste resultara un misterio incluso para su propio creador. En cambio, dedica un capítulo entero para contar su repentina fama en Estados Unidos.

Después, Christian Dior plantea su ensayo sobre la costura centrándose en dos grandes temas: el proceso de creación y la crónica de la vida de una empresa. En ‘De la idea al vestido’ presenta las distintas etapas de la creación de un modelo. Resulta particularmente interesante lo que nos explica del largo y solitario trabajo que permite elaborar progresivamente la idea de cada uno de los modelos, mediante innumerables croquis, muchos de los cuales se conservan actualmente en los archivos de la casa de costura. La siguiente etapa, que da su particular carácter a la alta costura, es la elaboración de la glasilla, técnica de la que quedan muy pocos testimonios, pero que afortunadamente ha perdurado en algunos talleres. Es entonces cuando se pone en marcha toda una serie de intercambios entre el estudio y el taller que desembocan en la creación del modelo. Se reserva mucho espacio al momento más espectacular y crucial de la temporada, la presentación de las colecciones, momento de máxima tensión y febrilidad para todos los protagonistas solidarios en dicha prueba -el éxito nunca está asegurado de antemano–.

La tercera parte, ‘Una casa de costura’, se parece más a una colección de anécdotas en torno a los que dan vida a la marca. Un hecho significativo: todo un capítulo está dedicado a las maniquíes. En efecto, en la década de los años cincuenta, aparece la noción de maniquíes estrella que son objeto de entrevistas, o que incluso publican sus memorias. Christian Dior compone una hermosa galería de retratos, que le brindan la ocasión de redefinir su ideal de belleza. Otra categoría, mucho más numerosa, la de las clientas, también es objeto de un capítulo enriquecido muy oportunamente con los testimonios de las dependientas. En aquella época, algunas clientas, y entre ellas varias que venían de Estados Unidos, encargaban decenas de modelos de cada una de las dos colecciones y se pasaban la mitad del año acudiendo a las pruebas. El veredicto es unánime: con un vestido de Dior, las mujeres se sienten más guapas; así lo cuentan todavía actualmente antiguas clientas francesas y estadounidenses.

Esta aparte termina con dos capítulos en los que el modisto escribe una especie de crónica de la expansión de la casa -a partir de diciembre de 1953, un estupendo folleto ilustrado y acompañado de abundantes esquemas y estadísticas, relataba el triunfal balance de siete años de desarrollo en el mundo-. En París, la sede de la casa se vuelve rápidamente demasiado pequeña y se amplía gracias a la adquisición de varios inmuebles en torno al número 30 de la avenida Montaigne, en cuyo diseño interior y decoración participa intensamente el modisto. Por fin, con un nuevo capítulo dedicado a Estados Unidos, demuestra hasta qué punto es consciente de la importancia económica y técnica del modelo americano, aunque deja vislumbrar una verdadera mirada crítica sobre el modo de vida de allende el Atlántico y sobre los métodos de fabricación im-puestos a su casa de Nueva York.

La última parte de sus memorias, ‘La aventura de mi vida’, se sitúa bajo el signo del desdoblamiento. Tras catorce capítulos en los que describe la marca de forma atractiva y detallada, Christian Dior hubiera podido detenerse ahí. Sin embargo, es en ese momento cuando siente la necesidad de ofrecer al público una imagen más íntima de sí mismo, lo que, partiendo de este hombre tan reservado, desvela probablemente su necesidad de ser querido por lo que es. Aquí el tono es muy distinto, tal como señalaba su amigo, el historiador Pierre Gaxotte, autor del prólogo de la edición original. El primero de los tres capítulos da a su infancia en Granville, el lugar que se merece en los orígenes de su creatividad, tal como numerosos testimonios confirman, su fidelidad a sus amigos de juventud y la persistencia en su estética de referencias a la belle époque y al tema del jardín. El segundo capítulo introduce en el libro una atmósfera dramática al contar la crisis de los años treinta y las dificultades familiares producto de dicha crisis -en la cima de su gloria, no quiso en absoluto esconder los momentos más difíciles de su existencia-. Finalmente, el último capítulo nos permite penetrar en el corazón de su sensibilidad al evocar todas y cada una de sus casas y respectivos jardines, como si una relación misteriosa se estableciera entre su ser interior y el entorno que le gustaba crear para sí.’

Copyright del texto: sus autores
Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL
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Texto del prólogo:

‘Prólogo

Christian Dior y yo

por Pierre Gaxotte (de la Academia Francesa)

Una amistad que perdura encierra siempre algún misterio. ¿Por qué ésa, precisamente, y no otra? Empieza no se sabe cómo: porque nos gusta el mismo autor, el mismo ‘ballet’; porque son gratos los encuentros; porque se siente mutua confianza y cada cual se alegra con la felicidad del otro. Pasa el tiempo: los años fáciles y los difíciles. La amistad ha arraigado, y he aquí la asombrosa aventura con que se enfrenta el historiador: presentar al público las memorias del modisto, que no tienen, en verdad, necesidad alguna de presentación.

Hablando cierto día, con un eminente sociólogo, de las cosas del mundo y de algunas otras, le dije:

-Acabo de llegar de América donde, durante varias semanas, he dado numerosas conferencias. ¿Adivina usted quiénes son, según el último ‘Gallup’, los tres franceses de mayor celebridad en los Estados Unidos? Pues el general De Gaulle, Chevalier y Dior.
-¿Dior? ¿Algún filósofo también?
Naturalmente, había tomado a Maurice Chevalier por su eminente compañero de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, Jacques Chevalier.
Si Christian Dior fuera capaz de sentir vanidad, le citaría esta anécdota para demostrarle que nunca puede ser uno célebre en todas partes y al mismo tiempo. Pero carece en absoluto de vanidad. Es más: tiene tan poca, que ha dejado para el final del libro la parte más bella y más honrosa de su vida: la de la desgracia soportada con valor y vencida a fuerza de energía.

¿Debo decirlo? No había recibido, en un principio, más que los tres primeros capítulos de esta obra. Después de leerlos, escribí una carta al editor, excusándome de no tener nada que decir. El éxito, en efecto, se presenta por sí mismo; la fama no necesita introducción alguna. El nombre de Christian Dior es lo bastante ilustre y ha sido suficientemente pronunciado e impreso en todo el mundo para que sea necesario precederlo con un pequeño discurso:

‘Dior... Ya le conocéis, el hombre que ha acortado las faldas y ha inventado el new look’. Por otra parte, puesto que se trata en primer término de colecciones, de vestidos, de maniquíes, de la organización de una casa de modas, de la manera cómo éstas se crean..., ¿qué guía más sagaz y más idóneo que el propio creador? Mas, en estos momentos llegaron a mí las últimas cincuenta páginas mecanografiadas y ya no mandé mi carta; porque el verdadero Christian, el Christian amigo, acababa de mostrárseme en toda su plenitud.

Ciertamente, el viaje a través de la alta costura es de lo más divertido y pintoresco. Es el último refugio de lo maravilloso; como un cuento de hadas vivido diariamente. Sin embargo, tiene un gran sentido humano el que ese cuento de hadas haya comenzado por la pobreza y la enfermedad. Christian Dior cuenta todo eso con la sencillez de un hombre educado, que hizo lo que debía; que no oculta ni desfigura sus recuerdos y que no saca ni humillación ni honra por haber tenido que comenzar, a los treinta años, una vida muy difícil, cuyo triunfal resultado estaba lejos de sospechar.

El azar jugó su partida: fue el encuentro con Jean Ozenne. Pero fue también necesaria una voluntad prodigiosa y -no tengo reparo en decirlo- una especie de genio. ¿Por qué tal colección gusta a las mujeres y por qué no aquella otra? ¿Por qué tal línea, tal detalle, son inmediatamente adoptados, imitados, y otros, en cambio, son rechazados o ignorados? Fui algún tiempo -poco para mi gusto-, director literario de un periódico femenino. Cultivábamos el superlativo con ardor. Divino, sublime, espantoso, monstruoso, constituían lo esencial de nuestro vocabulario (anaquel de epítetos). ¿Por qué los vestidos de Christian Dior eran siempre sublimes y sus abrigos, divinos? Pedí explicaciones. ‘Porque tiene esto -me decía una de las señoras de la sección de modas- y esto... y el conjunto... ¡Es sublime!’... Evidentemente. Yo no digo que todas las formas del genio se equiparen; pero existe, ciertamente, el genio de la costura. Christian dice, sencillamente, que su ambición ha sido ser un buen confeccionador.

Puesto que no quiero ocultar nada, voy a hacer una confesión: Cuando el éxito se abatió sobre Christian Dior como el buitre sobre Prometeo, nos preguntamos algunos: ‘¿Se lo comerá? ¿Seguirá siendo el mismo?’ Naturalmente, estábamos dispuestos a perdonarle algunas originalidades, algunas resonantes fiestas, algunas concesiones al esnobismo parisino; todo ello formaba parte de su profesión. Mas no queríamos analizar nuestra amistad y crear un sentimiento análogo a las circunstancias. Christian se fue a vivir al barrio donde habitó en su infancia, y le vimos adoptar el mismo gesto tranquilo ante la buena que ante la mala fortuna. Conservar un mismo espíritu en los contrastes de la vida no es fácil proeza. Me siento feliz, porque este libro sea también el de la amistad. En 1949, Henri Sauguet me ofreció, como aguinaldo, los últimos discos de ‘Forains’, escribió sobre la funda: ‘A mi querido Pierre, en recuerdo de los años juveniles y como buen augurio de los viejos’. Los años viejos han llegado para mí y este prólogo sería un mal disco. Cada uno da lo que puede: ‘A mi querido Christian, en recuerdo de nuestros años juveniles y en feliz augurio de los demás. Con fiel afecto’.’

Copyright del texto: sus autores
Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL
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Texto de la introducción:

‘Introducción

De un hombre que escribe sus memorias se dice comúnmente que se ‘asoma sobre su pasado’. Me desagrada esta expresión: primero, por la traza inclinada que le da al memorialista; después, por el aspecto yacente que forzosamente adquiere el pasado del señor que cuenta su vida.

Por lo que a mí respecta, nada de ‘asomo’, ni de enternecimientos, ni de pesares. Aún no he vivido mis mejores recuerdos y mi pasado está joven y vivo todavía. Han transcurrido exactamente nueve años, y lo que más me interesa de él es lo que ha de suceder mañana.

Puesto que Christian Dior, el modisto del número 30 de la avenue Montaigne en París; Christian Dior, de la casa Christian Dior, nació en 1947. Precisamente para perfilar el relato verídico de los comienzos de su carrera, aún breve, me he decidido a escribir estas líneas. Me parece que este niño de nueve años ha dado suficientemente que hablar a tontas y a locas. Si esperara a que creciera y envejeciera, correría el riesgo de sentirme un poco alejado.

Los años de aprendizaje constituyen lo más estimulante en el relato de una vida. Ya que cuando se entra, después de algún tiempo, en la fase más fecunda de la existencia, se corre el riesgo de no comprender al aprendiz que ha dejado de serlo.

Al escribir estas páginas, empleo una forma de expresarme que no es la mía. Lo hago con un poco de inquietud y sin la menor vanidad.

¡Vanidad! Ante esta palabra, algunos podrían sentir la tentación de sonreír: ‘Escribe usted un libro en el que no se habla sino de usted, de su casa y de su profesión, y ¡no quiere ser tachado de vanidoso!’ Pongámonos de acuerdo. En este libro hablo de lo que entiendo. Aquellos a quienes no interese la costura y lo que ella representa no lo leerán, y los demás encontrarán natural que sea yo quien lo escriba. Lo presuntuoso en mi caso consistiría en hablar de otra cosa, figurándome que, por haber triunfado como modisto, sería interesante mi opinión sobre el arte abstracto o sobre la reforma de la Constitución.

En lo que no estoy seguro de no haber pecado por complacencia, es en la mezcla que he hecho entre el Christian Dior público y el Christian Dior privado. Pues existen dos Christian Dior -yo y el otro- cada vez más claramente diferenciados.

Yo, efectivamente, nací en Granville (Manche), el 21 de enero de 1905, hijo de Alexandre-Louis-Maurice Dior, industrial, y de Madeleine Martin, sus labores. Medio parisino, medio normando, me siento muy ligado -aunque nunca he vuelto- a la tierra que me vio nacer. Me gustan las reuniones íntimas entre buenos amigos. Detesto el ruido, la agitación mundana y todos los cambios demasiado bruscos.

Él es el gran modisto. Es el hotel de la avenue Montaigne y el grupo de inmuebles que le rodean. Él es un millar de personas: son los vestidos, las medias, los perfumes, los carteles, la publicidad, las fotografías en la prensa y, de cuando en cuando, es también una pequeña revolución, sin efusión de sangre, pero no de tinta, cuyos coletazos llegan hasta los antípodas.

Es éste el Christian Dior que ocupa el primer lugar en el presente libro. Es posible que hubiera podido quedarme únicamente en esto y no haber dejado traslucir nada de mí mismo. Pero en tal caso hubiese hecho trampa y hubiera privado a mi testimonio de lo que puede tener de personal. Un novelista profesional, paisano mío -Gustave Flaubert- defendió delante de un tribunal auténtico un personaje de su imaginación, proclamando: ‘¡Madame Bovary soy yo!’

Puesto en la misma situación, declararé, hablando del otro: ‘¡Christian Dior soy yo!’ Ya que, en último término, todo cuanto ha constituido mi vida -quiéralo o no- ha sido expresado en sus vestidos.’

Copyright del texto: sus autores
Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL

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