Un vibrante manual de estilo para llevar la magia del color a nuestras casas.
Personalizar la paleta de colores puede ser una de las decisiones más importantes a la hora de decorar nuestro hogar.
En esta sorprendente y práctica guía, la diseñadora textil Rebecca Atwood nos invita a emprender un viaje a través del color para entender su funcionamiento, aprender a observar cómo vive a nuestro alrededor y cómo interactuamos con el y, finalmente, dejarnos guiar por nuestro instinto en el momento de decidir qué colores serán los que marcarán el carácter de nuestras estancias.
Introducción 8
PRIMERA PARTE
Comprender el color 14
¿Qué es el color? 16
El círculo cromático 19
Los colores complementarios 22
Terminología del color 26
SEGUNDA PARTE
Sentir el color 30
El color y los sentidos 34
El color y las estaciones 40
El color y el momento del día 44
TERCERA PARTE
Ver el color 46
Neutros: arena, azul pizarra, gris marengo 50
Rojo: rubor, tomate, rubí 60
Naranja: melocotón, mandarina, terracota 70
Amarillo: mantequilla de limón, dorado, ocre 80
Verde: menta, hierba de las dunas, verde mar 90
Azul: hielo, océano, marino oscuro 100
Púrpura: gris liláceo, crepúsculo, medianoche 110
CUARTA PARTE
Vivir el color 122
Emily C. Butler 125
Lucy Harris 135
Shanan Campanaro y Nick Cochana 145
Britt Zunino 153
Mauri Weakley 161
Grant William Fenning 169
Charlotte Hallberg y Eric Gonzalez 179
Kayla Alpert 189
Kate Temple Reynolds 199
Anthony Gianacakos y Alison Rudnick 207
Hopie Stockman 215
Jen Mankins 223
QUINTA PARTE
En busca del color 232
Explorar el color 235
Conectar con el color 236
Crea tu sistema de color 244
Crea tu paleta de color 249
Crea un mood board 252
Haz un boceto de las estancias 252
Recursos 264
Agradecimientos 266
Colaboradores 267
Índice de nombres y materias 269
Mi historia con el color
Siempre me he sentido atraída por el color. Desde niña, mis padres fomentaron mi amor por el arte; con tan solo cinco años ya tenía libros de Monet y Renoir, y mis primeros recuerdos son los ratos que pasábamos dibujando con mis hermanas. Tumbadas en el suelo, bajo la luz del sol que entraba por la gran puerta de cristal, pasábamos horas coloreando grandes hojas de papel esparcidas a nuestro alrededor con lápices, ceras de colores y acuarelas. En algún momento nuestro abuelo nos regaló un juego profesional de rotuladores Pentel, que nos parecieron un arcoíris encerrado en una caja, comparados con los sencillos colores primarios que habíamos estado utilizando hasta entonces. Dentro de su estuche dorado, eran unos objetos bellos de por sí, y lo más fascinante de este arcoíris eran sus múltiples versiones de cada color: azules cálidos y fríos, rojos verdaderos y burdeos. El juego de rotuladores amplió mi paleta y, con tales herramientas a mi alcance, me volví adicta al color.
A medida que me fui haciendo mayor, mi relación con el color se fue expandiendo. Vivíamos en Cape Cod y me encantaba ir a la playa en temporada baja, el momento más apacible del año, cuando los tonos más suaves y tenues del paisaje natural cobran relevancia gracias a su limitada paleta de color. Es aquí donde aprendí a apreciar la belleza de los colores neutros, pero no del típico gris o tostado poco saturados, sino de los neutros multicolor, cromáticos, de los que os hablaré más adelante.
Cape Cod siempre ha sido un foco de atracción para los artistas debido a su serenidad y la espectacularidad de su luz. En tan solo 24 horas, el color de la arena varía desde un caramelo suave y pálido, pasando por un crema brillante al mediodía, hasta alcanzar finalmente un color rosa etéreo y refulgente antes de la puesta de sol. Estos colores de la arena poseen matices infinitos, y lo mismo sucede con la naturaleza circundante: el cielo, el mar, los campos o los árboles en la distancia. Siempre podemos encontrar variaciones tonales en las que la luz hace destacar las diferentes texturas del paisaje. Yo me sentaba en la playa, contemplando estas transformaciones y mirando el ir y venir de las olas, estudiando el modo en que el cielo y el mar confluían en el horizonte, y dándome cuenta de que este era el mundo, sosegado pero lleno de color, en el que deseaba vivir.
Con el paso del tiempo, mi predilección infantil por el dibujo cedió terreno a la pintura y las manualidades. La pintura se convirtió en mi principal forma de expresión y fue a través de ella como llegué a entender el color. Ahora me doy cuenta de que lo que estaba intentando era reproducir la belleza que veía en la naturaleza y a mi alrededor. Cuando estaba en la escuela secundaria me apunté a un curso de acuarela en el que, antes de comenzar, nos dieron una lista de la compra de los colores “básicos” que íbamos a necesitar, entre los que había un rojo cálido y uno frío, así como matices neutros como el ocre y el siena tostado. Recuerdo que pensé que a quién le apetecería utilizar esos matices tan sosos y aburridos pudiendo usar el azul y el amarillo. Sin embargo, a lo largo del curso y de otras lecciones de arte que tomé más adelante, entendí que estos pigmentos terrosos son la base para crear un mundo que imite a la naturaleza, y que actúan como elementos fundamentales para combinar matices. Me enseñaron que cuando pintas un paisaje o un bodegón, estás recreando el aspecto que tiene la luz en un momento concreto del tiempo; a la larga, esto daría forma a mi concepción del color, el arte y el diseño.
Estaba tan fascinada por estos conceptos que estudiar bellas artes en la universidad me pareció el paso más natural que dar, así que al terminar la educación secundaria me apunté al grado de pintura de la Rhode Island School of Design. Recuerdo pensar que tal vez debería estudiar algo más “práctico”, como administración de empresas, pero tenía la convicción de que sería capaz de incorporar el arte a mi vida profesional. Visto en retrospectiva, creo que diseñar espacios y artículos para el hogar es como pintar paisajes. En el caso de los espacios, donde creamos algo a partir de la nada, debemos decidir qué colores utilizar para conseguir la atmósfera que buscamos y, como sucede con la pintura, los colores neutros son la base a partir de la cual podemos empezar a construir.
Tras graduarme en la Rhode Island School of Design comencé a diseñar productos para varias empresas, pero a medida que fue pasando el tiempo se despertó en mí el anhelo de crear piezas de arte para el hogar inspiradas en los paisajes de mi niñez, con las que fuese fácil convivir y que se prestaran a la superposición de colores. Quería crear paletas que captasen los tonos sobrios de Cape Cod y que permitieran a mis clientes llevar la belleza de la naturaleza al interior de sus hogares. Estaba convencida de que el producto debía tener un sello personal y me atraía la idea de controlar personalmente su fabricación. Así que pasé bastante tiempo reflexionando sobre mi historia personal, recopilando elementos de inspiración y centrándome en el proceso creativo, imaginando piezas que fuesen completamente diferentes a todo lo que había visto hasta entonces. En lugar de producir piezas que respondieran a las tendencias, quería crear objetos para el hogar que pudiesen conjuntarse para crear entornos bellos por sí mismos. He estudiado el color y nunca he dejado de ser alumna de la naturaleza y el arte, y me gustaría compartir con vosotros todos mis conocimientos en este libro.
Copyright del texto: su autora
Copyright de la edición: Editorial GG SL