La estética de los cuerpos musculados está fuertemente enraizada en nuestra cultura. Desde los personajes mitológicos de la antigüedad hasta los superhéroes y superheroínas de nuestros cómics, películas y videojuegos actuales, la sobredimensión muscular nos ofrece un sorprendente repertorio de formas, que también encontramos en los esculpidos cuerpos de los atletas.
Michel Lauricella las recoge en este libro, especialmente pensado para los interesados en el diseño y la animación de estos personajes, sean realistas o fantásticos.
ÍNDICE
5. Prólogo
6. Introducción
19 Cabeza y cuello
27. Torso
35. Extremidad superior
77. Extremidad inferior
98. Bibliografía
INTRODUCCIÓN
Retomo en esta introducción la presentación de los distintos tipos de músculos y, a lo largo de las páginas, recupero algunos de los dibujos y bocetos realizados en el volumen previo de esta colección, Anatomía artística 5. Articulaciones y funciones musculares, que os ayudarán a comprender la acción de los distintos músculos presentados aquí cuasi sistemáticamente hipertrofiados y representados en pleno esfuerzo, tal y como aparecen durante un entrenamiento o en medio de una competición. Los números remiten a un índice recapitulativo que podréis encontrar al final de la obra. Dicha numeración es la misma que fue utilizada en el volumen mencionado, con tal de que podáis remitiros a ella en caso de necesidad. De hecho, en ese volumen encontraréis una exposición detallada de las inserciones y funciones musculares. Aprovecho también el final de esta introducción para volver a mostrar una selección de los dibujos de las venas que habíamos visto ya anteriormente en el volumen Anatomía artística. Manos y pies. Esas últimas láminas encajan perfectamente en este volumen si tenemos en cuenta que los esfuerzos que supone la disciplina culturista desarrollan proporcionalmente el sistema venoso.
Cuando aumentéis el volumen muscular estaréis tentados de aumentar la densidad de los huesos. Sin embargo, el esqueleto no puede seguir este mismo desarrollo espectacular con las mismas proporciones, de modo que vuestros personajes musculados pueden perfectamente conservar u obtener por contraste unas articulaciones más delgadas (fig. 1). Las morfologías adaptadas y entrenadas en las distintas pruebas atléticas son prueba de ello. Las morfologías provistas de una fuerte osamenta, como es lógico, se adaptarán especialmente bien a esta carga muscular, así como a los esfuerzos sostenidos propios de este aumento de masa, especialmente en los movimientos que se producen durante la práctica de la halterofilia.
Tipos de músculos
La proporción de fibras tendinosas y de fibras musculares puede variar de un músculo a otro, incluso en un mismo músculo puede variar de una persona a otra. Un músculo corto dotado de un tendón largo será más rápido en sus movimientos de contracción, mientras que un músculo largo tendrá una mayor flexibilidad y amplitud de recorrido. Solamente con que tengáis en cuenta este parámetro podéis modificar a vuestro antojo la silueta de un personaje, haciéndolo más ágil o nervioso (figs. 1 y 2). Aquello que hace que un músculo sea más fuerte que otro es su grosor, considerado en relación con el número de fibras por inserción (fig. 3).
El aumento de los volúmenes musculares reforzará los perfiles, el equilibrio dinámico de los distintos segmentos (convexidades, fig. 4) y las depresiones en la zona de las articulaciones musculares (concavidades, fig. 5).
Estas fibras se organizan en fascias. Varias fascias agrupadas alrededor de un tendón único forman un bíceps (dos fascias), un tríceps (tres fascias, figs. 6 y 7) o un cuádriceps (cuatro fascias), lo cual determinará la fuerza del conjunto. Los tendones pueden alcanzar un músculo o deslizarse en el interior de otro.
Una estructura penniforme (es decir, en forma de pluma, fig. 6) da lugar a un músculo de fibras cortas escalonadas mayoritariamente sobre el tendón. Los músculos superficiales pueden formar capas enlazadas a las placas tendinosas (por ejemplo, el gran dorsal, 19), otras están fragmentadas por intersecciones tendinosas, lo cual tiende a reducir su elasticidad (los músculos rectos abdominales, más conocidos como abdominales, 11).
Esta obra está dividida por capítulos que se corresponden con las distintas regiones del cuerpo. En la parte dedicada al torso he decidido solamente hablar de la musculatura que conecta la caja torácica con la pelvis. Desde un punto de vista mecánico podemos ir encontrando los músculos de la extremidad superior, los pectorales (17), los trapecios (14) y los grandes dorsales (19), que participan especialmente de todos los movimientos de elevación y descenso del brazo. Veremos también que estos no son los únicos que conectan la extremidad con el torso a través de los omóplatos y las clavículas, los cuales por esta razón pueden ser considerados como los primeros huesos de la extremidad. Una musculatura hiperdesarrollada de la extremidad superior transforma igualmente la silueta del torso. Dicha musculatura ocupará, en la parte delantera y por encima de las costillas, la parte alta de la caja torácica y se extenderá hacia atrás desde el cráneo hasta la pelvis, recorriendo así toda la espalda.
Las venas
Las venas forman un sistema complejo, aleatorio. El ”canon“ propone sobre este punto no hacerlas coincidir exactamente con la realidad, sino más bien trazar un recorrido por las venas principales. De volumen variable, las venas se dilatan con el flujo sanguíneo y su importancia depende de si los esfuerzos son regulares y sostenidos. Pueden adoptar un aspecto nudoso replegándose sobre sí mismas y suelen estar comunicadas entre ellas.
En la región que va de la cabeza al cuello podemos apreciar la vena temporal, que une la yugular externa atravesando la trayectoria del esternocleidomastoideo. Partiendo del ángulo de la mandíbula, esta vena se desliza por la depresión situada por detrás de la clavícula.
Por su parte el torso está recorrido por la vena tegumentosa del abdomen (véase la obra de Paul Richer), que parte del bajo vientre, atraviesa el pliegue de la ingle y se reencuentra con la vena safena interna.
Las venas de la extremidad superior parten de la punta de los dedos y dibujan una serie de arcadas por encima de las primeras falanges, por debajo de la cabeza de los metacarpianos. A continuación, van a parar al dorso de la mano, donde se conectan y forman una arcada inversa. Desde ahí dan lugar a dos ramificaciones que enseguida recorren la extremidad en toda su altura, yendo a parar a medio camino por encima de la sangradura: sobre el antebrazo la vena radial, por el costado del radio (1), y la vena cubital, por el lado del cúbito (2); a continuación, prosiguen su ascensión cambiando de nombre a cada costado del bíceps. En el interior, la vena basílica se pierde por la concavidad de la axila. En el exterior, la vena cefálica se desliza entre el deltoides y el pectoral para terminar desapareciendo en una depresión bajo la clavícula.
Las venas son múltiples y el trayecto de su recorrido es aleatorio en su origen; a medida que ascienden hacia los hombros el número de venas decrece, mientras que su volumen se amplía, simplificándose en apariencia. La versión «clásica» dibuja una M mayúscula en el interior del codo (fig. 1, página siguiente). Ahí podemos imaginar dos venas suplementarias conectándose a las precedentes (3, fig. 2, página siguiente), una procedente del dorso del antebrazo, y la otra (4) de su cara anterior.
Partiendo del dorso de los dedos y de la mano, las venas se enroscan por los costados del antebrazo hasta conectarse en la cara anterior del codo.
La extremidad inferior presenta aproximadamente la misma apariencia. Las venas arrancan desde el dorso de los dedos del pie, y del pie mismo. Forman una arcada y convergen en dos ramificaciones principales. La vena safena interna se encuentra al nivel de la articulación de la cadera, después de seguir la trayectoria del músculo sartorio a lo largo de la parte alta de la pierna, mientras que la vena safena externa se detiene en la parte trasera de la rodilla.
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