Las labores de bordado del pasado son una fuente extraordinaria para recuperar puntos de bordado tradicionales. Marie Suarez, maestra bordadora belga, lo sabe bien y ha realizado una valiosa labor de arqueología craft para rescatar los puntos básicos con los que se iniciaba a las niñas en la costura. ¡Conoce a través de este cuaderno los puntos ya clásicos utilizados en estos míticos muestrarios!
69 puntos de bordado: 22 puntos calados y 47 puntos tradicionales explicados con ilustraciones paso a paso. ¡Las vainicas y los puntos básicos que toda principiante debe conocer.!
9 proyectos extraídos de los muestrarios o “rollos” de labores donde se aprecian la variedad de composiciones, de técnicas aprendidas (incluido el bordado de letras) o de combinaciones de colores. ¡El patrimonio histórico craft a tu alcance!
Técnicas y preparativos: nociones básicas para preparar la tela, usar el tambor o aplicar el método tradicional de transferencia.
¡La segunda parte de la enciclopedia del bordado de la maestra más conocida en todo el mundo!
Introducción
En el pasado y hasta la década de 1960, las niñas aprendían los trabajos de aguja en la escuela: costura, bordado, ganchillo, punto, tapicería… Todas ellas debían inclinarse sobre la tela para adornarla con puntos variados, sin importar si su condición social era modesta o si habían nacido en el seno de una familia acomodada. Algunos de estos trabajos de escuela, a veces verdaderas obras de arte, han sobrevivido al paso del tiempo y muestran la habilidad con las labores de nuestras antepasadas. En muchas ocasiones, eran las monjas quienes enseñaban este arte a las jóvenes y ellas inmortalizaban el fruto de su aprendizaje en los lienzos. Entre esos trabajos, algunos se conocen como “rollos de colegialas” o “recuerdo de mi juventud”. Proceden de varias piezas de tejido bordado unidas por otros puntos de bordado, por encajes o por un punto de ganchillo, según lo que decidiese la bordadora. Cada pieza se creaba y bordaba en una época concreta de la vida de la joven. Esta, al crecer, aprendía técnicas más complejas que aplicaba en otras piezas que eran, a su vez, unidas a las anteriores.
El conjunto formaba una labor muy larga que seguía alargándose durante meses y años, y su anchura (generalmente de 25 a 40 cm) permitía enrollarla tanto para guardarla como para transportarla. De ahí el nombre: “rollo de colegiala”. Algunos rollos miden 2 m de largo, otros pueden llegar a los 7 m e, incluso, superar los 10 m. La labor suele estar fechada, lo que permite situar en el tiempo el momento de su realización. He tenido la oportunidad de tocar algunos rollos muy antiguos (de finales del siglo XVIII). Casi siempre, la fecha, el nombre y la dirección del internado o de la escuela de la bordadora están bordados con punto de cruz, pero a veces se han bordado con un punto diferente (punto de tallo, punto de realce, punto de cadeneta…). Algunas labores presentan una gran variedad de técnicas y combinan puntos de bordado y ejercicios de costura como ojales, botones cosidos, plisados, fruncidos… “Leyendo” los rollos, es fácil distinguir entre ellas las labores de las niñas nobles y las de la burguesía. En efecto, las labores de las primeras contienen bastantes puntos atractivos y de embellecimiento y muy pocos ejercicios de costura, si los hay. A la inversa, las alumnas de condición modesta debían practicar más las técnicas que las ayudarían, en un futuro, a zurcir su ropa de casa. Los rollos casi siempre contienen un alfabeto, bordado con punto de cruz o con punto de realce, o ambos.
Estos alfabetos podían servir como ejemplo para marcar la ropa de casa de la joven bordadora. Todos los rollos de colegialas que he visto provienen de Bélgica, de Holanda y a veces del norte de Francia. Parece que, en esta parte de Europa, era tradición enseñar los trabajos de aguja mediante este método particular.
Los rollos terminan de diversas maneras; algunos están forrados y ribeteados con un tejido de color (rojo, azul, rosa…) de algodón o seda. Otros están bordeados con encajes… Casi todos están forrados con tejido en el revés de la labor.
A excepción de los rollos, las alumnas, futuras amas de casa, bordaban sus ejercicios en telas de dimensiones más modestas. Da igual el trabajo de bordado que hayan realizado nuestros ancestros, siempre es una suerte que estos tejidos heredados del pasado puedan servirnos de testigos y de muestra de un saber hacer que debemos guardar para transmitirlo a las generaciones futuras. Al tener la posibilidad de sostener esas labores en mis manos, me invade la emoción, ya que, detrás de cada pedazo de tejido adornado con puntos e hilos de varios colores, hay una joven que daba lo mejor de sí misma. Cada tela bordada contiene un alma, encierra una historia que no conoceré jamás, pero me permite viajar mentalmente en el tiempo, imaginarme a todas esas jóvenes buenas y obedientes, bordando y soñando…
Marie Suarez
Copyright del texto: sus autores
Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL