Los pasteles, esas pequeñas barras de pigmento en polvo mezclado con arcilla o tiza, son una de las técnicas artísticas más cómodas e intuitivas: un medio táctil que funciona como una prolongación de nuestro cuerpo. Pero ¿sabrías explotar realmente todo el potencial del pastel? ¿Cómo elaborarías un degradado? ¿Y un mezclado, un plumeado o una veladura opaca? ¿Cómo reflejarías la luz cambiante? ¿Sabrías jugar con una composición? Esta introducción práctica a la pintura al pastel expone a través de breves fichas las claves de esta técnica artística y de algunos principios básicos de la composición visual.
Un pequeño gran libro que te ayudará a sacar el pintor que hay dentro de ti.
Índice
Para empezar
Introducción al color
Trabajar en interiores
Trabajar al aire libre
Pintar figuras y animales
Pintar sobre la marcha
Aprender de la obra de otros
Desarrollar un estilo propio
El cuaderno de bocetos
Pintar con la imaginación
En abstracto
Ìndice alfabético
Agradecimientos
Texto de la introducción
PARA EMPEZAR
A todos nos atraen esas barras de pigmento puro que nos invitan a agarrarlas y extender los vivos polvos de color por la superficie que tengamos más a mano. A diferencia de la pintura, que se guardan en tarros y tubos, los pasteles no tienen por qué ocultarse a la vista. Al abrir la tapa de la caja, asalta nuestros sentidos un derroche de colores dispuestos en filas ordenadas y uniformes, que estimulan la mirada y nos invitan a emprender una exploración pictórica.
El pastel es un medio táctil. Mientras la barra descansa en la palma de la mano o se desliza entre los dedos antes de empezar a pintar, se obtiene cierta satisfacción, calcárea o grasa según el caso, del contacto con su textura externa. Es una actividad muy manual, y con la ayuda de la información práctica que contiene este libro, pronto te descubrirás registrando valiosas vivencias en tu cuaderno de bocetos.
Los pasteles son barras o bloques de pigmento en polvo muy fino mezclados con una base de arcilla o tiza y un aglutinante, que suele ser goma o resina. Se les da una forma que permite agarrarlos con comodidad. Su aplicación es rápida, lo que los convierte en un medio ideal para plasmar situaciones efímeras, especialmente en entornos naturales o cuando la luz cambia con rapidez. Tienen una calidad viva y luminosa, ya que no ocultan la superficie del papel y dejan que la luz se refleje en sus diminutas partículas. A diferencia de la acuarela o del óleo, la densidad durante su aplicación se mantiene constante, y los colores se conservan frescos e inalterables.
Se cree que el primer artista en pintar al pastel fue Jean Perréal. Mientras acompañaba a Luis XII en sus campañas italianas entre 1502 y 1509, Perréal impresionó a Leonardo Da Vinci con un nuevo método para atenuar el color, aunque el maestro del Renacimiento solo lo usó para realzar dibujos en sanguina y carboncillo. Jean-Honoré Fragonard (1732-1806) y Jean-Antoine Watteau (1648-1721) recurrieron al pastel para sus estudios de retratos, lo que facilitó el terreno a la depurada técnica de Maurice Quentin de La Tour (1704-1788) y Jean-Baptiste Chardin (1699-1779). Sin La Tour, nunca hubiéramos vivido el desarrollo del estilo moderno y rico en relieves de la obra del impresionista Edgar Degas (1834-1917), ni los delicados estudios de luz reflejada de Mary Cassatt (1845-1926). En Estados Unidos, William Merritt Chase (1849-1916) se dedicaba a rivalizar con sus colegas europeos con grandes obras al pastel mediante múltiples capas, y demostró una gran frescura. A pesar del atractivo natural que ejerce sobre los artistas, el pastel no ha logrado el estatus de otros medios más permanentes, como el óleo o la acuarela.
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