¿Es posible que la necesidad de mantener nuestro cuerpo a 37 ºC sea la razón del nacimiento de la arquitectura?
En esta brillante historia de la arquitectura, Philippe Rahm analiza las causas naturales de la evolución arquitectónica, esto es, los factores físicos, biológicos y climáticos que, a lo largo de la historia, y en estrecha relación con los avances científicos y tecnológicos, han influido en su desarrollo y conformado sus fundamentos, desde la prehistoria hasta
la actualidad.
De la mano del arquitecto suizo, releer la evolución de la arquitectura y el urbanismo desde sus causas materiales nos permite no solo comprender de qué modo se han ido adaptando a las necesidades y acontecimientos de cada momento, también afrontar los retos medioambientales presentes y futuros.
7. Introducción
15. Por qué nuestra naturaleza homeotérmica dio origen a la arquitectura
29. Cómo la cerveza dio paso a la ciudad
59. Lo que debe el espacio público a la búsqueda de frescor
77. Cómo los guisantes hicieron crecer la arquitectura gótica
103. Cuando las artes decorativas no eran solo decorativas
127. Lo que las cúpulas de la Ilustración deben al aire estancado y al miedo que este generaba
149. Por qué gracias a un brote de menta se crearon los parques urbanos del siglo xix
177. Cuando la erupción de un volcán originó la ciudad moderna
201. Cómo el yodo abrió las puertas a la urbanización del territorio
223. Por qué la arquitectura moderna es blanca
239. Cuando el petróleo hizo brotar ciudades en el desierto
255. Cómo pudimos regresar a la ciudad gracias a los antibióticos
275. La revolución del CO2 en la arquitectura actual
295. Conclusión
313. Índice de materias
315. Índice onomástico
319. Origen de las ilustraciones
Después de la posmodernidad
Tal como se ha enseñado hasta hoy, la historia de la arquitectura está muy influida por el pensamiento posmoderno de la segunda mitad del siglo xx. En línea con el estructuralismo de las ciencias sociales, a partir de la década de 1960 se explica la disciplina desde un punto de vista esencialmente cultural, lingüístico y humano que excluye los fenómenos naturales. Las razones predominantes en cuanto a las causas y las consecuencias del surgimiento de las formas, de los estilos y de los lenguajes arquitectónicos y urbanos son políticas y sociales. Al denominarse “cultural” y considerar tan solo los agentes humanos, la historia relatada por la posmodernidad elude habitualmente la influencia de otros factores: naturales, la gravedad universal, el clima (la lluvia, el sol, el frío…) o los virus y las bacterias.
Sin duda, esta indiferencia por la naturaleza se debe a un acceso masivo e inmediato a los recursos energéticos (carbón y petróleo), al progreso de la medicina (antibióticos y vacunas) y a los avances agrícolas (fertilizantes). En efecto, a partir de la segunda mitad del siglo xx los antibióticos y las vacunas liberaron al ser humano de buena parte de sus problemas de salud, lo que duplicó nuestra esperanza de vida y triplicó la población mundial en menos de medio siglo. Por otra parte, la adopción de las energías fósiles a partir del siglo xviii consiguió multiplicar por 200 la fuerza humana, de manera que las penurias del trabajo físico de ataño cayeron en el olvido, empujadas por el considerable aumento de la comida disponible. En este particular contexto de emancipación con respecto a la realidad concreta durante las tres décadas que conformaron la edad de oro del capitalismo, la preeminencia del mundo físico, geográfico y climático fue suplantada por la de un mundo cultural y socialmente elaborado. Gracias a ella, desde entonces puede interpretarse un edificio como un constructo social y una ciudad, como una obra de arte.
Una historia ecológica de la arquitectura
La historia natural de la arquitectura que aquí se presenta podría calificarse de material, real, objetiva, medioambiental o ecológica. Desvela los elementos físicos, biológicos, químicos, materiales y climáticos que han desempeñado un papel crucial en el campo de la arquitectura y han recurrido, desde la prehistoria hasta nuestros días, a ciertas formas y materiales en momentos concretos. No enfatiza ningún aspecto particular de la historia; no se trata de una historia paralela ni de una subcategoría de la historia general de la disciplina. Lo que procura es extender el abanico de los agentes de la historia de la arquitectura a los no humanos, reinsertar la historia humana en un proceso más globalmente natural. Que el muro de un edificio sea vertical y recto se debe, sobre todo, a que de lo contrario se vendría abajo. Si las dependencias de una casa han tendido tradicionalmente una anchura de seis metros es porque las vigas empleadas en su construcción provenían de árboles que tenían un poco más de seis metros de altura. Un tejado sobre la casa tiene como objetivo proteger de la lluvia o del sol. Su forma triangular no está fundada en criterios estéticos o simbólicos, sino en que durante mucho tiempo el material de cobertura era paja de trigo, cuya falta de impermeabilidad exigía una pendiente considerable para evacuar rápidamente la lluvia hacia el suelo.
Bien podríamos argumentar que la arquitectura no es un objeto natural, sino un objeto social construido por el ser humano y que, por tanto, los valores políticos, simbólicos y culturales deberían primar sobre los físicos, biológicos y químicos, pues toda decisión arquitectónica se erige sobre un principio cultural. Sin embargo, en las regiones con clima lluvioso no abundan las cubiertas planas, como no hay viviendas sin sólidos muros en las zonas de fuertes vientos. Por el contrario, es frecuente ver casas carentes de todo simbolismo y ornamentación, compuestas a base de fábricas de ladrillo dimensionado para que pueda agarrarse con una sola mano y provistas con un hogar para calentarse. Son casas que siguen la verticalidad impuesta por su propio peso, cuyas proporciones vienen determinadas por la longitud de unos materiales que se montan directamente in situ y que el ser humano es capaz de recolectar y trasladar. La arquitectura existe para que tengamos menos frío en invierno (o en las latitudes árticas) y menos calor en verano (o en las regiones tropicales), para resguardarnos del sol y de los vientos. La arquitectura no es esencialmente una construcción social compuesta de signos o símbolos culturales, sino una construcción fisiológica que protege al ser humano de las inclemencias meteorológicas. No se trata aquí de restituir un estado idílico de la naturaleza, ni el fantasma de un ser humano sin cultura ni técnica, ya que, desde sus orígenes, especialmente durante sus desplazamientos a lo largo de la prehistoria por las regiones más frías del norte, el ser humano ha podido sobrevivir al raso gracias a la técnica: el fuego, la vestimenta, las herramientas le han permitido artificializar el mundo natural, hacerlo habitable para su cuerpo desnudo.