Cada respiración, cada sorbo de agua, nos recuerda que nuestras vidas son inseparables de la vida del mundo.
Vivimos en un asombroso mundo de relaciones. Compartimos lazos que nos unen con nuestros congéneres, pero también con otros seres. Esta comunidad de vida a la que pertenecemos es nuestro parentesco.
A través de ensayos, entrevistas, poemas e historias de solidaridad, distintas y diversas voces —Robin Wall Kimmerer, Richard Powers, David Abram, J. Drew Lanham, Sharon Blackie…— ponen de relieve la interdependencia que existe entre los seres humanos y los no humanos. Todas ellas nos ofrecen un amplio abanico de posibilidades para ser mejores parientes, en base a un principio esencial: el cuidado y respeto por la familia de plantas, ríos, montañas, animales y otros seres con los que compartimos esta exuberante y generadora de vida maraña planetaria de relaciones.
10 ¦ Gavin Van Horn
El parentesco en acción
¦ 22 ¦ Joy Harjo
Recuerda
¦ 23 ¦ Marcia Bjornerud
Devenir terrícolas
¦ 32 ¦ Heather Swan
Directriz
¦ 33 ¦ Andrew S. Yang
Las formas del parentesco
¦ 42 ¦ Bron Taylor
El parentesco a través de los sentidos,
el arte y la ciencia
¦ 58 ¦ Sean Hill
Musica Universalis en Fairbanks, Alaska
¦ 60 ¦ David Abram
Ética salvaje y ciencia participativa:
el pensamiento entre el cuerpo y la Tierra viva
¦ 74 ¦ Ceridwen Dovey
Nuestro satélite hermano
¦ 84 ¦ Craig Santos Pérez
ginen sotobosque (papahānaumoku y wākea)
¦ 86 ¦ Steve Paulson
Vivir en el misterio: una entrevista con Marcelo Gleiser
¦ 97 ¦ Manulani Aluli Meyer
Ku‘u ‘āina aloha, mi amada tierra: parentesco entre especies en Hawai‘i
¦ 116 ¦ Brenda Cárdenas
Sombra que baila con los vivos y los muertos
¦ 118 ¦ Ginny Battson
Hogar
¦ 128 ¦ Robin Wall Kimmerer
Una reunión familiar cerca del fin del mundo
¦ 143 ¦ J. Drew Lanham
Una oración por lo salvaje
¦ 154 ¦ Art Goodtimes
Cántico de la parientecracia
¦ 156 ¦ Permisos
¦ 157 ¦ Agradecimientos
¦ 160 ¦ Autores
Gavin Van Horn
El parentesco en acción
Los hilos, suspendidos en el aire, caían con levedad. Centelleaban, luz emanaba de su interior. Luego se desvanecieron. Incliné la cabeza. Los hilos reaparecieron, como si se materializaran de la nada. No eran meros hilos, eran hebras que surgían limpiamente como radios de un núcleo delicadamente hilvanado. Una farola cercana iluminaba su interior, revelando una geometría sagrada. Me acerqué aún más. Con una ligera inclinación del rostro modifiqué el ángulo entre mis ojos y el diseño nocturno de la araña; los hilos desaparecían o se descubrían. Su creadora, que diestramente daba los últimos retoques a su obra de arte material, era más pequeña que la uña de mi pulgar. Su obra brillaba con luz propia. Durante un instante, sentí envidia… luego gratitud. El resultado exhibía una destreza de la que yo era completamente incapaz. Me acerqué de nuevo para observar mejor aquella labor de costura, que aguantaría flotando toda la noche antes de que la fuerte brisa de la mañana se la llevara por delante.
Originalmente, Parentesco: pertenecer en un mundo de relaciones es una serie de libros —cinco volúmenes que reúnen ensayos y poemas de todo tipo— organizados por la escala del tema que tratan, ya sea la composición del cosmos o los gestos del día a día: Planeta, Lugar, Compañeros, Personas y Prácticas. No obstante, también podríamos describir estos libros como una red, una malla cuyos hilos conectan, entretejen y reúnen una amplia gama de temas y experiencias. Cada libro trasciende sus páginas, que, como filamentos de seda, se enlazan con los demás libros. Si inclinas la cabeza en el ángulo adecuado, aparecerá ante ti una compleja red; práctica, sensorial, hábil.
Los ensayos y poemas que tienes entre manos son líneas, hebras de tinta, patrones sobre el papel. Con tu imaginación, estas palabras cobrarán vida, y te recordarán y revelarán lo que tenemos en común con el resto de los seres que, junto a nosotros, habitan la Tierra; parientes nuestros, de todas formas y tamaños. Estos van desde las bacterias que bucean en tu vientre o yacen en la punta de tu lengua hasta la vibrante respiración colectiva que te acaricia el rostro y se te mete hasta los pulmones. Merece la pena conocer (y tal vez también reconocer) los hilos comunes de parentesco — especialmente la flora — que hacen que este intercambio de respiraciones sea posible. Tu vida, mi vida, todas nuestras vidas dependen de la calidad de nuestros vínculos (el aire que respiramos, el agua que bebemos, los alimentos que comemos y el alimento en que nos convertimos) en esta exuberante maraña planetaria y dadora de vida, engendradora de seres inteligentes capaces de tejer redes y palabras.
El parentesco en acción
Las palabras de esta red de Parentesco se refieren de un modo muy hermoso a las relaciones (procesos vitales, salvajes) que siempre están ahí, aunque no siempre sean visibles. Como estas relaciones son difíciles de captar, puede dar la impresión de que el mundo es una mera colección de objetos inertes, llena de nombres. Tú eres tú. Yo soy yo. Lamentablemente, a aquel pájaro en el comedero nos referimos como “eso”. A aquel río que pasa por debajo del puente y a aquella montaña que se perfila en el horizonte los llamamos “recursos naturales”. Algunos tenemos derechos, legitimación procesal, personalidad jurídica; otros, dependiendo de en qué Estado o nación se hallen, no.
Los nombres son útiles, aunque pueden llevar a confusión, e incluso reforzar la idea de que el mundo está compuesto de cosas: algunas más pequeñas, otras grandes, algunas brillantes, otras opacas, algunas con alas, otras con patas, algunas con hojas, otras con pelo. Este reduccionismo lingüístico puede llegar a indicar que solo hay materia, conjuntos de átomos ordenados en formas geométricas más o menos complejas. Sin embargo, nótese que incluso en esta última frase se ha colado un sintagma muy interesante. ¿Qué son los átomos sino un conjunto de relaciones? ¿Qué es un conjunto de relaciones sino relaciones relacionándose? Al igual que cuando incliné la cabeza y “apareció” la tela de araña gracias a un ligero cambio de perspectiva, también es posible con un cambio de perspectiva descubrir los hilos que conectan el mundo, todas las relaciones que nos convierten en miembros de la misma familia. La clave se encuentra en algo que aparece una y otra vez en Parentesco: que la Tierra (y todo lo que hay en su interior, incluido todo lo que produce lo que llamamos tierra) es un verbo. Todo está en movimiento, todo está relacionado.
La lengua inglesa es principalmente nominal y, en comparación con muchas lenguas indígenas, la animacidad y la agencia de otros seres y procesos gozan en ella de menos presencia. No obstante, aunque Parentesco está escrito originalmente en inglés, el término cuestiona desde su esencia misma — debido al tema que trata — esta obsesión por los objetos. Parentesco, por supuesto, puede considerarse un nombre, un estado del ser, ya sea en términos de genética biológica; de familia, clan o taxonomía; de memoria y relaciones compartidas intrínsecas a personas y lugares concretos, o de figuraciones más metafóricas que nos unen con credos, tradiciones, culturas, países o el planeta. No obstante, las voces reunidas en este libro apuntan a una nueva perspectiva: el parentesco como verbo.
Tal vez este parentesco en acción debamos denominarlo parentescalización. Los seres humanos nacen en parentesco, en todos los sentidos. Pero las palabras de esta serie expresan colectivamente algo que va mucho más allá de los derechos de nacimiento: indican que es posible llegar a ser parte del parentesco de alguien. En este sentido, el parentesco no es un hecho, sino un proceso intencionado. No depende de códigos genéticos. Por el contrario, los seres humanos lo cultivan como una expresión más de la vida — de entre muchas, muchas otras— que gira en torno a una cuestión ética: ¿cómo podemos relacionarnos correctamente? Nos unimos en parentesco al (re)conectar nuestros cuerpos, mentes y espíritus en un mundo que no es una mera colección de objetos, sino una “comunión de sujetos”, como dice Thomas Berry. Los ensayos y poemas de este libro nos enseñan, a diferente escala y en diferentes geografías, cómo podemos ser mejores parientes unosde otros, más receptivos a las lenguas de los demás, especialmente de los no humanos, y cómo escuchar mejor sus historias, que nos llegan a través del espacio y el tiempo. Este mundo vibrante, al igual que este libro, nos invita a relacionarnos, nos ofrece maneras para ser y estar con y entre el resto de los seres afines con los que compartimos la Tierra.