En esta nueva entrega de Anatomía artística, Michel Lauricella nos adentra en el asombroso mundo de la morfología animal.
A través de más de un centenar de especies de mamíferos, conoceremos sus características anatómicas comunes y aprenderemos a establecer vínculos entre sus formas y funciones, además de entender cómo sus procesos evolutivos han adaptado esas formas a los distintos ecosistemas.
Un sinfín de conceptos y observaciones de morfología animal que nos permitirán crear formas ficticias llenas de verosimilitud.
Más de 500 dibujos anatómicos organizados en función de los medios de los distintos animales.Una amplia variedad de especies animales, desde topos y armadillos hasta chimpancés, ardillas, nutrias y cetáceos.
Nuestro objetivo es definir las características comunes de esta clase de animales a la que pertenecemos, establecer vínculos entre las formas y las funciones, pero también comprender los procesos evolutivos que hacen que estas formas sean diferentes en los distintos ecosistemas. Estos conceptos y observaciones deberían ayudaros a crear formas que, pese a ser ficticias, sean también verosímiles.
4 Prólogo
5. Introducción
TIERRA
18. Cavar
30. Andar
36. Correr
54. Saltar
56. Escalar
AIRE
70. Planear
74. Volar
AGUA
80. Nadar
96. Bibliografía y recursos
En el contexto de este pequeño libro, una introducción no puede hacerse sino a modo de iniciación. Por eso, aunque no soy científico, creo que para dibujar, y sobre todo para dibujar de forma creativa, puede ser interesante tener en cuenta el modo en que opera la selección natural a la hora de “juguetear” con las formas.
Darwin y los genetistas que le siguieron describen el estrecho equilibrio entre el azar y la adaptación. Numerosas mutaciones, favorecidas por la reproducción sexual y parte intrínseca del proceso, generan variación, una parte sustancial de la selección natural. El entorno, en el sentido más amplio del término —que incluye la geografía, el clima, los recursos alimentarios, la depredación, los congéneres, etc.—, establece una selección, y es la principal influencia ejercida sobre los seres vivos. Lo demuestran de forma patente las numerosas similitudes resultantes de la convergencia evolutiva: especies de distintos linajes acaban teniendo un aspecto extrañamente parecido cuando viven en entornos similares.
Pasear por un museo de ciencias naturales, como la Galería de Paleontología y Anatomía Comparada del Museo Nacional de Historia Natural de París, nos permite constatar una evidencia: que pertenecemos al mismo mundo, a la misma comunidad de seres vivos. Esos esqueletos se parecen, y no están reunidos allí por casualidad. Todos esos vertebrados tienen un cráneo y una columna vertebral; la mayoría de ellos tiene una caja torácica y pares de extremidades. Queda claro, en seguida, que esas diferencias reflejan aptitudes particulares: un animal está hecho para correr, otro para nadar, trepar, volar...
Por el simple hecho de estar ahí, presentes en este mundo, todas las formas actuales dan fe de su adaptación. En un universo en perpetuo movimiento, existen, en un momento concreto, formas determinadas que deben dejar paso a otras cada vez que los entornos, o las relaciones de poder en esos entornos, cambian. Por ello, las innumerables formas que han desaparecido —otra clave de la teoría evolutiva— contienen lecciones importantes.
¿Cómo elegir entre esa multitud? He seleccionado un centenar de especies vivas entre las más espectaculares, las más “legibles”, las que mejor ilustran estos principios. Será, por tanto, una visión distorsionada, dado que hay muchas formas cuyas adaptaciones son menos visibles que estas.
Tampoco hablaré de los animales domésticos, procedentes todos ellos de la selección artificial de los criadores —otra clave importante de la teoría de la evolución expuesta por Darwin (véase El origen de las especies)—, y melimitaré en cambio a las formas salvajes