La metrópolis contemporánea cuestiona nuestros valores más profundos, o al menos aquellos a los que estamos más apegados sentimentalmente. ¿Por qué arquitectos, regímenes políticos y culturas (europeas, americanas, asiáticas) que son completamente diferentes entre sí llegan a configuraciones similares? A través de temas generalmente desatendidos por los arquitectos, como la tabla rasa, el espacio basura o la congestión, Rem Koolhaas cuestiona “lo que en su momento se llamó” la ciudad como un espacio único para la reflexión.
Este libro recoge los ensayos dedicados a algunas ciudades con las que Koolhaas ha tenido contacto por motivos profesionales, académicos o biográficos en las dos décadas de plena madurez: Atlanta, París, Lille, Tokio, Berlín, Nueva York, Moscú y Londres. No se trata de escritos teóricos, sino de un conjunto de textos coyunturales atravesados por laberínticas remisiones internas, situados a mitad de camino entre la experiencia y la reflexión.
Prólogo
Manuel Orazi
Berlín: un archipiélago verde
La terrorífica belleza del siglo xx
Imaginar la nada
Introducción a una nueva investigación.
“La Ciudad Contemporánea”
Hacia la ciudad contemporánea
Viaje de estudios: una memoria para la AA
Atlanta
Salto cuántico
Tabla rasa
Dos Nuevos Tokios
Calzoncillos blancos frente a la suciedad
Estación utopía
“Pero, sobre todo, Ungers”: historias de Berlín
Dilemas en la evolución de la ciudad
El campo
La ciudad inteligente
Origen de los textos
EXTRACTO DEL PRÓLOGO
Manuel Orazi
Le Corbusier tiene en común con la Luftwaffe
que ambos se han esforzado a fondo
en transformar el rostro de Europa.
Aquello que olvidarán los cíclopes, furiosos,
lo acabarán los lápices sensatos.
Joseph Brodsky1
Durante muchos años, Rem Koolhaas pensó en escribir un libro de título anodino, La Ciudad Contemporánea,2 un proyecto luego arrinconado al quedar en parte empequeñecido por compromisos cada vez mayores y en parte superado por otras publicaciones, sobre todo S, M, L, XL —el hipertexto de 1995 que marcó un punto de inflexión en la parábola intelectual del arquitecto y escritor holandés— y más adelante por las investigaciones colectivas de Mutaciones3y el Proyecto de Harvard sobre la Ciudad de la Harvard University.4 Con toda probabilidad, el fundamento de S, M, L, XL eraLa Ciudad Contemporánea, que se fue ampliando con desmesura entre 1993 y 1995 para quedar diluido luego en su interior. “Estoy escribiendo un libro que analiza Atlanta, la estructura de las nuevas ciudades parisienses y Singapur. Los arquitectos, los sistemas políticos y las culturas (América, Europa y Asia) son completamente distintos y, sin embargo, llegan a configuraciones relativamente similares, algo de lo que todos se lamentan. Me gustaría comprender el fenómeno y las razones de estas similitudes”.5
En todo caso, podemos establecer retroactivamente las columnas de Hércules de ese libro nunca publicado que, sea como sea, tenía su centro de gravedad en la ciudad, al igual que todo el pensamiento de Koolhaas, algo también manifestado ya en el nombre de su estudio profesional, Office for Metropolitan Architecture (OMA), fundado junto con Madelon Vriesendorp, y Elia y Zoe Zenghelis en el ya lejano año 1975. Tanto el ensayo dedicado a Atlanta (escrito entre 1987 y 1994) como Sendas oníricas de Singapur (1995)6 están dedicados al descubrimiento de ciudades de segundo orden, pero capaces de poner en evidencia problemas globales y obsesiones personales del autor mediante su observación cercana, al igual que la metrópolis por excelencia: con Delirio de Nueva York (1978), Koolhaas de hecho había identificado ya en la congestión urbana un hilo conductorconstante en toda su obra futura.7
Sin embargo, si Atlanta, dominada por la figura atípica del “artista arquitecto promotor” John Portman, es una ciudad sin historia, caracterizada por la “pérdida del centro”, por el “no hay centro y, por tanto, no hay periferia” y además por la reinvención a gran escala del atrio romano (“[Portman] podría aseverar que cada ciudad es ahora una Atlanta: Singapur, París; ¿qué es ahora el Louvre sino lo último en atrios?”), Singapur no le va a la zaga: “Cada vez más aspectos de la artificialidad de Singapur han ido entrando en la ecología de ‘nuestras’ ciudades: desde la plantación por doquier de césped y arbustos hasta las condiciones de impecable limpieza y control obsesivo en ciudades como París o Londres”.8 Más adelante, llevando hasta sus últimas consecuencias —es decir, extremando— las intuiciones tenidas en Atlanta y los conceptos estudiados en Singapur, nacería el texto La ciudad genérica, “una versión ligeramente disfrazada, abstraída y generalizada de Singapur”,9 una auténtica afrenta a los arquitectos occidentales, porque la “ciudad genérica” ponía en cuestión el tabú del genius loci de las antiguas y sagradas ciudades europeas, “solo París puede hacerse más parisiense: ya está en vías de convertirse en hiper-
París, una consumada caricatura”.10
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Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL