Índice de contenidos: Índice Presentación: ¿Por qué Enki? Ki-en-gi, o Sumer o el Edén El delta Los juncos El paraíso Uru-ul-la, o la ciudad de los inicios La ciudad: ¿un regalo o una maldición? La ciudad antediluviana Nammu, la diosa-madre de los albañiles El nombre de la diosa La matriz primordial El modelado del ser humano Umul, o el Adán sumerio Mu-lu2, o el hombre emplazado Abzu, o las aguas primordiales El abismo Eridu, la primera ciudad (o la ciudad de las aguas) La cámara secreta Los planos del mundo El río de la vida Enki, el buen pastor Enki/Ea: ¿qué nos cuenta el nombre? Enki y el panteón sumerio: la creación del mundo Los epítetos de Enki Nudimmud, 'creador' Mummu, 'molde' Enki y la recreación del mundo Como un padre Enki y el obrar del arquitecto La arquitectura de Enki Bienestar, o el pan nuestro de cada día La reconstrucción del Edén Elevación Arquitectura y redención La bondad de la arquitectura E-engurra, o una casa sobre las aguas El E-engurra sobre las aguas del Abzu El mástil del universo El E-engurra y las constelaciones ¿Un templo sobre o bajo las estrellas? La constelación del Campo (Pegaso) La constelación de la Osa Mayor Venus o Itar El Héroe y el Dragón El templo y la red Conclusión: Enki y la ciudad durmiente Referencias de citas Bibliografía Agradecimientos Índice onomástico Fuentes de las ilustraciones |
Extracto de la introducción: 'Presentación: ¿Por qué Enki? Enero de 2002. La guerra de Afganistán oficialmente ha concluido. En un viaje arqueológico a Irán con estudiantes de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, nos alojamos en la húmeda ciudad de Abadán, situada sobre una isla fluvial, antes de partir hacia el cercano zigurat de Choqa Zanbil, uno de los dos mejor conservados y restaurados en toda la planicie de la antigua Mesopotamia. Las chimeneas negruzgas y humeantes y una retorcida red de conductos metálicos de la mayor refinería del mundo, en un desértico descampado, rodeadas de una triple corona de alambradas asaeteadas por torres de vigilancia y de las que la maltrecha ciudad parece huir al tiempo que las necesita, configuran una extraña catedral, el pulmón que mantiene con vida y mata a la urbe arrabalera. En los alrededores, escombros y hierros retuertos en medio de una tierra abierta por las bombas. El extremo occidental de la ciudad está señalado por el Shat-al-Arab, uno de los múltiples y anchurosos brazos de los ríos Tigris y Éufrates, que se enroscan en estas tierras bajas que vierten en el golfo Pérsico, no lejos de los humedales que antiguamente configuraban el paisaje de Sumer y que hoy se hallan en el sur de Irán, junto a la frontera con Irak. Subimos en una lancha motora que, a toda velocidad, surca, río arriba, las aguas grises y azules, rozando el invisible pero infranqueable linde con Irak, situado en el eje central del río. En la orilla, una fila de soldados iraquíes armados, en guardia, observan sin inmutarse el zigzagueante movimiento de la lancha. El río es lo único que permanece incólume en esta naturaleza expoliada. Entonces no sabía que recorríamos, aunque del lado iraní, una de las antiguas fuentes de la vida, una imagen del espacio matricial que Enki habilitó para los seres humanos. La reconstrucción del Edén es un ensayo acerca de la imagen que los mesopotámicos (en especial, los sumerios, de los que nace gran parte de la cultura occidental) tenían de la arquitectura y la ciudad a partir de la figura y los actos de una divinidad principal, llamada Enki (o Ea, para los acadios), engendrado por la diosa de las aguas primigenias, y a quien atribuían la ordenación del mundo y la invención de la arquitectura. Dios proyectista, promotor y constructor, urbanista, arquitecto y albañil, Enki realiza todas las tareas que tienen que ver con la planificación del territorio, así como con la fundación y la edificación de ciudades, santuarios y palacios. Sin embargo, el interés de Enki sería más limitado si sus actuaciones fueran sólo de orden técnico, si se contentara con ser, como tantas otras divinidades menores, un dios artesano. Por el contrario, Enki es un creador o un recreador del mundo, y todas sus acciones tienen como referente el obrar del arquitecto o se instituyen en el modelo del trabajo arquitectónico. La noción y la imagen del dios arquitecto, bien ilustrada por la conocida efigie medieval de Yahvé con un compás en la mano trazando los límites del orbe, se genera por vez primera en Sumer, y Enki es el prototipo. La creación, entonces, tanto natural o humana (la procreación) como artística, está ejemplificada por la actuación del dios constructor. (…) Según la cosmogonía sumeria, en los inicios era el Edén, presidido o constituido por una mítica ciudad en la que moraban las divinidades: eden, en sumerio, y edinu, en acadio, significan 'campo abierto'. Esta tierra primigenia e incontaminada no sufrió con la aparición de los seres humanos, pese a la turbación que éstos podían causar. Por el contrario, aleccionados por Enki, los mortales no cesaron de fundar ciudades, de levantar templos, de cultivar la tierra, para recrear las condiciones edénicas cuando el mundo, constituido por el cuerpo o el vientre de la diosa-madre, era seguro y fecundo. Es cierto que el trabajo de la tierra era fatigoso, y que la humanidad fue creada sólo para atender las necesidades de las potencias sobrenaturales cansadas de tener que cuidarse a sí mismas. La visión mesopotámica de la vida terrenal era pesimista, sin duda. Pero dicho trabajo no constituía un castigo por haber violado el Edén, como en la Biblia, sino que honraba, que repetía, casi ritualmente, los gestos con los que Enki se había preocupado por preservar el paraíso que pertenecía a su madre, la diosa-madre. La construcción de ciudades mesopotámicas, por ejemplo -atribuidas al fratricida Caín en la Biblia-, no mancillaba la tierra primigenia ni alejaba definitivamente al hombre del Edén, sino que lo reintegraba en él. El gesto del creador y el del arquitecto tenían como fin disponer la tierra para acoger la vida, convertir el mundo en un hogar, en una casa común. El Edén fue una ciudad, y el arquitecto, ejemplificado por Enki, velaba por mantener o restaurar dicha comunidad primigenia. Sólo se podía estar y habitar en ella; no se oponía a la ciudad sino que se presentaba como un modelo urbano, como un espacio delimitado, ordenado, edificado y edificante. El trabajo y las enseñanzas de Enki preservaron la tierra del mal. Su esfuerzo era una tarea necesaria que mantenía o renovaba la condición originaria del mundo. Para bien o para mal, el arquitecto se hizo dios gracias a Enki. (...)' Copyright del texto: sus autores Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL |