«Quiero crear una especie de bosque de pensamiento donde el lector pueda perderse felizmente.»
Juhani Pallasmaa, arquitecto y teórico de la arquitectura de gran reconocimiento internacional, se dirige a estudiantes y jóvenes arquitectos para compartir con ellos sus pensamientos acerca del propósito de la arquitectura y su relación con otros ámbitos culturales.
Concebidos inicialmente como una serie de conferencias, los textos que componen esta obra construyen una idea de la arquitectura basada en la autoconciencia, la reconexión con el medio ambiente y la responsabilidad ética, reflexiones profundas y sinceras que resultarán inspiradoras no solo para estudiantes y arquitectos, también para diseñadores y otros profesionales de las industrias creativas.
11 Prólogo. Caminar por el bosque, Peter MacKeith
21 Introducción. A raíz de la lectura de las Cartas a un joven poeta, de Rilke
35 Reflexiones
36 Aprender a ser. La individualidad, las amistades y el mundo
54 El espacio de la imaginación. Emoción, memoria e imaginación
76 Pensamiento corpóreo. Mente, idea y mano
104 Identidades compartidas. Empatía, compasión y colaboración
122 Tocar el mundo. Hapticidad, intimidad y sentido existencial
134 Habitar en el tiempo. Tradición, novedad e innovación
162 Pensamiento sensorial. Atención periférica, vaguedad e incertidumbre
184 El arte de aprender. Aprender, desaprender y olvidar
207 Epílogo. Una confesión
225 Recomendaciones. Libros y películas
237 Bocetos
A raíz de la lectura de las ‘Cartas a un joven poeta’, de Rilke
En la primavera del 2018, cuando empezaba a pensar en el contenido de mis clases en la Escuela de Arquitectura y Diseño Fay Jones de Fayetteville (Arkansas), el decano de la escuela, el profesor Peter MacKeith, me trajo a Helsinki el librito ‘Cartas a un joven poeta’. Estas famosas cartas fueron escritas por Rainer Maria Rilke, uno de los más grandes poetas de la era moderna, quien nació en 1875 y murió de leucemia a la temprana edad de cincuenta y un años, en 1926.
«¿Por qué no abordas tus clases para nuestros estudiantes por medio de algo de este tipo?», me sugirió mi amigo. Puesto que conocía muy bien el libro, lo primero que sentí fue un ligero escalofrío por todo el cuerpo. He hablado a menudo sobre él con estudiantes de todo el mundo, así como sobre otros muchos escritos de su autor —de hecho, ya tenía tres ediciones del libro en mi biblioteca: en alemán, inglés y finés—. En otras conferencias y a lo largo de mis escritos, he comentado con numerosas personas la poesía de Rilke y su extensa correspondencia poética. El magnífico libro de Rilke sobre el genio escultor francés Auguste Rodin (entre 1905 y 1906 Rilke trabajó como secretario del artista, al que admiraba profundamente) y su asombrosa novela casi autobiográfica ‘Los apuntes de Malte Laurids Brigge’ han sido para mí referencias esenciales.
En mi opinión, Rilke ha sido uno de los artistas creativos más asombrosos de la historia y de la cultura modernas, y la idea de intentar hacer algo que se hiciera eco de sus escritos me parecía una blasfemia. Sin embargo, después de unos minutos, mi segunda reacción fue: «Juhani, este año cumplirás ochenta y dos años y, si no te atreves a hacer ahora lo que te han sugerido, ya no podrás hacerlo». Al fin y al cabo, Rilke tenía solo veintisiete años (cincuenta y cinco menos que yo en el momento de mi duda) cuando escribió la primera de sus cartas a Franz Xaver Kappus, el joven poeta en ciernes. También recordé un pasaje de la octava carta de Rilke en su correspondencia: «Solo quien esté preparado para todo, solo quien no excluya nada, ni aun lo más enigmático, vivirá la relación con otro como algo vivo y agotará él mismo a fondo su propia existencia».
De hecho, esta no era la primera vez que me enfrentaba con Rilke en un ámbito docente. En el 2016, dirigí un taller de una semana en la Universidad de Liubliana,en Eslovenia, en el que les puse a mis estudiantes la tarea de diseñar el funeral y la urna de Rilke en la costa de Duino, al norte del mar Adriático, cerca de Eslovenia. Rilke había estado durante algún tiempo en el castillo de Duino, en 1910, como invitado de la princesa María Augusta de Thurn y Taxis, y allí comenzó a escribir su obra poética maestra en diez partes, las ‘Elegías de Duino’,que finalmente se publicaron en 1923. Para el ejercicio de clase, se asignaron a otros dos artistas como «clientes» opcionales a los estudiantes: Giorgio Morandi, el gran pintor de bodegones metafísicos, y Alberto Giacometti, el escultor existencialista francosuizo.
Mientras pensaba en esa posibilidad, me di cuenta de hasta qué punto Rilke había sido un compañero constante en mi vida. Al percatarme de ello, recordé que hace varios años mi amigo el escritor, fotógrafo y cineasta finlandés Rax Rinnekangas había publicado un librito titulado ‘Muodonmuutos: yksinpuhelu Rainer Maria Rilkelle’ [ʻMetamorfosis: un soliloquio a Rainer Maria Rilkeʼ].7 Según mi amigo, la inspiración inicial del librito fue una noche que había pasado en un humilde hotel en la histórica ciudad española de Ronda; cuando se despertó por la mañana, vio una pequeña fotografía en blanco y negro enmarcada en la pared frente a su cama y reconoció el retrato como el del poeta Rilke. Bajó a la recepción del hotel para preguntar por qué tenían una fotografía del famoso poeta en la habitación y el conserje le informó de que Rilke se había alojado en ella durante los años 1912 y 1913. Mi amigo se sintió tan intrigado por la coincidencia de dormir en la misma cama que uno de sus ídolos literarios que decidió escribir una serie de cartas a Rilke, ochenta y dos años después de la muerte prematura del poeta.
Este es un ejemplo conmovedor de cómo un gran artista puede vivir entre nosotros in aeternum, sin fronteras. Así, tiene todo el sentido iniciar una correspondencia con una persona que no está físicamente entre nosotros, pero que se reencarna una y otra vez a través de sus obras. «Un artista vale mil siglos», escribía Paul Valéry, otro gran poeta a quien Rilke admiraba. Las grandes obras artísticas (poemas y novelas, además de creaciones materiales como pinturas, esculturas y edificios) mantienen su eterna sensación de novedad y frescura y, a través de ellas, podemos establecer relaciones emocionalmente vívidas con nuestros artistas favoritos aunque hayan vivido hace cientos de años. Leer una gran novela con la máxima atención o contemplar con igual intensidad una obra maestra de la pintura hace que el autor o el artista vuelvan a la vida, que se coloquen junto al lector y al espectador. Al estudiar el cuadro de Vermeer que lleva por título ‘Vista de Delft’ (1660-1661), yo solo en la galería de la Mauritshuis de Delft, situándome tan cerca del cuadro como permitía el guarda de seguridad, finalmente sentí que estaba junto al pintor neerlandés coloreando «la mancha amarilla», la pared que Marcel Proust describió con tanta expresividad en la novela ‘La cautiva’.
Describo estos acontecimientos que tienen que ver con Rilke a modo de ejemplos de cómo podemos llegar a encontrarnos inesperadamente cerca de los grandes artistas, hombres y mujeres del pasado. Con las ocho reflexiones de este libro quiero promover y estimular tales relaciones y encuentros imaginativos. Una de las razones por las que en nuestra era el sentido del tiempo y la estratificación de la cultura se están aplanando y disminuyendo es porque en el mundo moderno «la vida es solo para los vivos», como se lamenta T. S. Eliot en su obra maestra poética ‘Cuatro cuartetos’. De hecho, deberíamos reconocer la rica presencia del pasado en nuestra vida cotidiana.
Mi intención no es seguir los temas de las ‘Cartas a un joven poeta’ en estas reflexiones, pero intentaré hablar de arquitectura con la misma sinceridad y apertura con la que Rilke escribió sobre poesía en ellas. También intentaré evocar una conciencia densamente estratificada en las historias de las artes, la literatura y el pensamiento filosófico, y plantearé lo que un joven estudiante de Arquitectura y Diseño podría aprender de áreas de la cultura más allá de los límites profesionales de estas disciplinas. Los hechos, el conocimiento o el pensamiento históricos no son átomos aislados en una nube etérea de información, como bits digitalizados; por el contrario, forman una densa red de causalidades e interacciones. Esta interacción y este entrelazamiento infinitos son cruciales en todos los pensamientos creativos y hacen que el conocimiento, incluso el aparentemente alejado de la propia disciplina, sea útil en el propio trabajo.
Quiero crear una especie de bosque de pensamiento donde el lector pueda perderse felizmente. Las referencias de las notas bibliográficas no pretenden mostrar la extensión de mi biblioteca; mis numerosas citas solo tienen por objeto dejar rastros que los lectores puedan seguir más allá del contenido de estos textos condensados. Para mantener la atmósfera inicial del aula, he utilizado solo los nombres de las personas de las que hablo en el texto, con una anotación mínima de su profesión o época. Todo lo que hay en estas reflexiones surge de mis ochenta y seis años de experiencia de vida, más de sesenta como arquitecto, de mi biblioteca de diez mil libros y de mis ciento seis circunnavegaciones del globo (he calculado esta cifra a partir de la cantidad total de horas de vuelo; en los aviones de pasajeros actuales, una circunnavegación del globo equivale a cuarenta y ocho horas de tiempo de vuelo).
El caso es que el poeta de veintisiete años, ya consagrado y elogiado, recibió en febrero de 1903 una carta de un joven alemán llamado Franz Xaver Kappus. En ella se presentaba como aspirante a poeta y le pedía consejo para alcanzar su propósito —resultó que Kappus había asistido a la misma escuela de oficiales militares que Rilke, solo que unos años después—. La carta había estado en tránsito hacia Rilke durante varias semanas debido a su vida bastante móvil dentro de Europa. Sin embargo, el 17 de febrero de 1903, Rilke respondió a la petición del joven desconocido. La carta de Rilke se convirtió en la primera de las diez que le escribiría a Kappus durante los siguientes cinco años. La última está fechada en París, el día después de Navidad de 1908.
Esta famosa correspondencia conforma el trasfondo y la resonancia de mis charlas, y aconsejo a mis lectores que lean las ‘Cartas a un joven poeta’ y también la correspondencia de Rilke con su esposa, la escultora Clara Westhoff (varias de estas cartas tratan sobre Paul Cézanne), al igual que sus cartas a otras personas, como Auguste Rodin y muchos de sus amigos, admiradores, partidarios y amantes de gran estima. La correspondencia de Rilke en 1926, el último año de su vida, con dos notables escritores rusos —Borís Pasternak y Marina Tsvetáyeva— también es conmovedora por la admiración mutua que sentían.
En conjunto, las cartas son un género especial de la literatura, el epistolar, y el librito de Rilke tiene muchos compañeros dignos. Puedo recomendar las voluminosas cartas del escritor y dramaturgo ruso Antón Chéjov (especialmente el formato de volumen anotado que pone las cartas en sus contextos históricos y sociales), las cartas de Vincent van Gogh a su hermano Theo, así como las cartas de Paul Cézanne. Incluso quiero destacar la curiosa correspondencia entre el poeta T. S. Eliot y Groucho Marx, el mayor de los legendarios hermanos Marx de los primeros años de la comedia cinematográfica, en ‘Las cartas de Groucho Marx’ para ejemplificar cómo personalidades tan diferentes pueden llegar a ser amigas. Una correspondencia reciente notable es el intercambio de cartas entre los autores J. M. Coetzee, el premio Nobel sudafricano, y Paul Auster, el estadounidense de Brooklyn.
Gracias a la intimidad del medio literario, uno puede ponerse fácilmente en el papel del destinatario y leer las cartas como si estuvieran dirigidas a uno mismo. De esta manera, nunca olvidará la lección de mesura literaria que dio Antón Chéjov en su carta a Máximo Gorki, un escritor principiante en aquella época: «Tu único defecto es tu falta de moderación y de gracia. Cuando alguien gasta la menor cantidad de movimiento en una acción dada, eso es gracia. Tú tiendes a gastar demasiada […]. El colorido y la expresividad en las descripciones de la naturaleza se logran únicamente mediante la simplicidad, mediante frases sencillas como “el sol se pone”, “oscurece”, “empezó a llover”». En una carta personal, uno casi puede tocar mentalmente la mano del escritor y comenzar a hacerle preguntas. Incluso puede acabar escribiendo cartas a su mentor secreto —que quizá ya no esté entre los vivos—, como hizo mi amigo Rax con Rilke.
Una última nota sobre las recientes e inesperadas reapariciones de Rilke: después de haber dado las tres primeras de mis conferencias en la escuela Fay Jones, visité una librería en Fayetteville con Peter MacKeith y vi un libro del biólogo Edward O. Wilson, titulado ‘Cartas a un joven científico’,en el que aconseja al lector sobre la biofilia, «la ciencia y la ética de la vida».
Estos encuentros inesperados ejemplifican el fenómeno de que una inmersión profunda en un tema produce ecos, referencias y paralelismos con él. No se trata de magia, aunque pueda parecerlo: conforme avanza el estudio, la atención y la vista simplemente se vuelven más agudas y más centradas en el área en la que uno está involucrado, y uno comienza a reconocer y a recibir conexiones y resonancias que de otro modo nunca se habrían producido. Mientras trabajaba en el manuscrito y la compilación de estas conferencias, por ejemplo, recibí como regalo un libro titulado ‘Letter to a Young Architect’,del arquitecto griego Alexandros N. Tombazis. Aunque no menciona a Rilke y sus cartas, en mi opinión el regalo fue un resultado casi lógico de mi adentramiento en la literatura epistolar.
La correspondencia ocupa un lugar importante en mi propia evolución como arquitecto y profesor. He sido un ávido escritor de cartas durante décadas y, en la primavera del 2018, doné mis archivos de aproximadamente mil de ellas (veintisiete metros lineales de estantería) al Archivo Nacional de Finlandia. Debido a la simetría habitual de la correspondencia, apenas la mitad de estas cartas están escritas de mi puño y letra. Hasta el comienzo de la era digital, clasificaba cuidadosamente mis cartas por orden alfabético y cronológico en grandes carpetas. En comparación con aquellas cuidadosamente redactadas, mecanografiadas y compuestas, por no hablar de las hermosas misivas escritas a mano, la impresión digital de una carta contemporánea descuidada y presurosa, que a menudo contiene errores de ortografía y gramática, no anima a nadie a archivarlas. Tal es la naturaleza vertiginosa y fragmentada de la cultura actual, cada vez más prosaica o incluso sin sentido y agravada por una cantidad de estímulos y entretenimiento que no para de crecer. El arquitecto y filósofo Paul Virilio observa que «el producto más importante de la cultura actual es la velocidad»;por ello, aconsejo a mis alumnos que resistan la insidiosa erosión del significado y del valor que resulta de la prisa y el descuido. Los secretos y los tesoros solo pueden descubrirse de forma lenta, atenta y laboriosa, y esto forma parte del valor de las letras y del pensamiento en relación con nuestro trabajo a través de las cartas.
Al trabajar en estos nueve textos, me di cuenta de que leer ‘Cartas a un joven poeta’se torna genuinamente significativo solo cuando uno conoce lo suficiente a su escritor. De la misma manera, pensé en comenzar mi serie de conferencias presentándome a mí mismo y mi trabajo arquitectónico al público. En todos los casos, el trasfondo del escritor proporciona un eco distintivo al mensaje literario, aunque muchos escritores aconsejan a sus lectores que crean en el texto, no en el emisor. Como sostiene el escritor checo Milan Kundera, los libros siempre son más sabios que sus escritores porque surgen de «la sabiduría de la novela».En mi opinión, existe una «sabiduría de la arquitectura» similar que deberíamos identificar y tener en cuenta. Todas las grandes obras de arquitectura son, sin duda, «más sabias» que sus diseñadores, ya que el verdadero trabajo creativo siempre alcanza algo que va más allá de la comprensión y el entendimiento conscientes de su artífice. En esencia, estudiar arquitectura consiste en aprender esta importante sabiduría secreta de la forma de arte y sentirse a gusto con ella.
A medida que he ido creciendo como arquitecto, he aprendido a experimentar el mundo a través de los ojos, la sensibilidad y la mentalidad de un arquitecto. En la primera de mis conferencias en Fayetteville, presenté mi obra proyectual en una charla titulada «Pensamiento y forma: doce temas de mi trabajo». Estos temas no son un programa ni una idea preconcebida: simplemente he notado que he vuelto repetidamente a ciertos temas que forman parte de mi personalidad y de mi historia, o de la forma en que me relaciono con mi mundo. En el 2011 cerré mi estudio profesional en Helsinki después de haber finalizado mi último proyecto arquitectónico en Laponia: el edificio Korundi, en Rovaniemi, en el que hay un museo de arte y una sala de conciertos. Después de esa fecha, me he limitado a escribir, a impartir conferencias, a enseñar y he sido miembro de jurados de concursos en diferentes países. Si bien puede que haya cambiado mi profesión de diseñador por la de escritor, en realidad este es el mejor medio que tengo para continuar con mi curiosidad e interés por los misterios del mundo y el arte.
En este libro de mis conferencias originales del 2018 se han mantenido la estructura básica y los contenidos de las ponencias, pero a lo largo del proceso de edición de los originales se han incorporado aclaraciones, puntualizaciones y ligeras ampliaciones. Como la conferencia introductoria de revisión de mi trabajo arquitectónico consistía en más de ciento cincuenta imágenes emparejadas (demasiadas para incluirlas en este libro) y dado que mis escritos también surgen de mis experiencias como diseñador, decidí sustituir esa introducción visual a mi obra con un testimonio sobre mi trabajo como escritor al final del libro, a modo de pieza de cierre, una reflexión que aparece aquí en un epílogo titulado «Una confesión». Este enfoque personal refleja el hecho de que no he cursado estudios académicos de Filosofía, sino que he llegado a mis entendimientos y observaciones de esta forma tan importante de «estar en el mundo» a través de la experiencia, la lectura, la observación atenta y los diálogos compartidos a lo largo de la vida. Este libro es, pues, una correspondencia con los estudiantes y con Rilke, pero también con mi pasado, mi presente y mi futuro.
© Juhani Pallasmaa