Los japoneses son los inventores del término karoshi, que significa muerte por exceso de trabajo, y también del que designa a su codiciado antídoto: el shinrin-yoku o baño de bosque.
Si sientes que el ritmo cotidiano te supera, tu mente se bloquea y se atrofia tu creatividad, puede que sea el momento de reconectar con la naturaleza y darse un baño forestal.
Esta bonita guía ilustrada te descubre cómo hacerlo en cada estación del año y en función de tus necesidades. Con sencillos métodos y consejos, aprenderás a disfrutar en calma de la naturaleza con un paseo por el bosque, el parque, la playa o la montaña, liberando de nuevo tu espíritu creativo.
Índice
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 1:
Cómo darse un baño de bosque
CAPÍTULO 2:
Un baño de bosque en cada estación
CAPÍTULO 3:
Actividades compatibles
CAPÍTULO 4:
Cuidar del bosque
LECTURAS RECOMENDADAS Y NOTAS
INTRODUCCIÓN
¿Tienes algún recuerdo de la infancia de haber sentido esa sensación de quedar completamente abrumado por el encanto de la naturaleza?
Los míos me retrotraen a la primera vez que contemplé un copo de nieve perfecto. Volvía de la escuela a casa por un camino que atravesaba el bosque, cuando un cristal de nieve solitario aterrizó sobre una piedra oscura y plana justo delante de mí. Era una versión en miniatura, con un intrincado dibujo, de los copos de nieve que recortábamos en papel plegado en el colegio. Me arrodillé y observé cómo seguían cayendo del cielo más copos iguales, que aterrizaban sobre las piedras, todos ellos perfectos, todos únicos, aunque quizás ninguno tan perfecto como el primero. ¿Estaría por entonces en la guardería, en primer curso del colegio, en segundo? El recuerdo del copo de nieve ocupa un lugar especial en mi mente, que solo está conectado con el cielo desde el que caían aquellos cristales y con la piedra sobre la que aterrizaban.
El carácter casi onírico de ese recuerdo se parece al del resto de recuerdos que conservo de mi fascinación infantil por la naturaleza: descubrir las primeras flores silvestres del bosque justo cuando empieza a fundirse la nieve en primavera; contemplar el follaje de un abedul recortado contra el cielo tumbada sobre un lecho de musgo; sumergirme en las frías olas del mar y enterrarme después en la arena cálida de la playa; recoger una hoja caída de arce, con su intenso rojo otoñal, y llevármela a casa para plancharla entre dos hojas de papel encerado. Aunque estos cautivadores recuerdos abundan en colores y otros detalles sobre el entorno, no parecen estar relacionados con las circunstancias de mi vida de aquel entonces. Un aroma, un sonido o una visión determinados, así como una sensación general de bienestar, pueden hacer resurgir fácilmente esos recuerdos de la infancia sobre la naturaleza.
Hace ya varios años, uno de mis alumnos de los talleres de campo sobre historia natural me trajo un artículo sobre una cosa llamada shinrin-yoku, o “baños de bosque”, que tenía su origen en Japón. Reconocí al instante lo que significaba aquella frase, todo mi ser se relajó y me pareció que mi cuerpo entero sonreía. El baño de bosque se definía como una inmersión sensorial plena en la belleza y el encanto de la naturaleza.
Me alegré de haber encontrado un nombre que ponerle a aquellos momentos de inmersión en la naturaleza que me habían cautivado durante toda mi vida, desde la infancia, y me alegré de enterarme de que, en el otro extremo del mundo, había gente que practicaba el baño de bosque como disciplina, igual que se practica yoga, taichí o meditación. Quise averiguarlo todo sobre los baños de bosque y al poco tiempo estaba a bordo de un avión rumbo a California para asistir a un paseo de baño forestal en versión norteamericana. A los pocos meses empecé a formarme como guía de terapia forestal y de la naturaleza, para aprender a dirigir yo misma esos paseos.
En tanto que naturalista y autora de varios libros sobre historia natural, llevaba ya años organizando paseos por la naturaleza y excursiones forestales por Washington DC y sus alrededores. Llegada a aquel punto, me di cuenta de que, para mí, los momentos más significativos de aquellos paseos eran los dedicados a identificar plantas. Eran verdaderos instantes de reverencia colectiva, en los que todo el mundo guarda silencio y se rinde ante la belleza y la fascinación del momento. En un típico recorrido por la naturaleza, esa clase de momentos pueden darse de vez en cuando; sin embargo, en un baño de bosque, lo esencial de la experiencia está en entregarse en silencio a esa belleza y a esa fascinación.
Ahora llevo ya varios años dirigiendo paseos de baños de bosque y he estado en Japón con un grupito de guías norteamericanos de terapia forestal, para asistir a paseos dirigidos por guías japoneses de shinrin-yoku. Las experiencias de baños de bosque que he compartido con centenares de personas me han convencido de que esta práctica puede aportar disfrute, salud y felicidad a la vida de cualquiera, sin importar su edad, su forma física o su lugar de residencia.
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Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL